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Análisis

Roberto / Pareja

¿Y ahora qué, compadre?

EL santuario etarra en Francia es una historia cubierta de polvo y hoy por hoy sería ciencia ficción que el Jefe del Estado español trasladara, como en 1983, al presidente de la República vecina su descontento por una colaboración colmada de impunidad ante un problema que se hizo del todo suyo con el asesinato de un gendarme el 16 de marzo.

Francia dejó de ser un escondrijo seguro para ETA y para su armamento y para el adiestramiento de la molicie que da el salto del cóctel molotov al tiro en la nuca, pero a rey muerto, rey puesto: los servicios de inteligencia han detectado en los últimos años un traslado sin pausa desde Francia y México a Venezuela, el país con la mayor bolsa de etarras refugiados y huidos en Suramérica.

Hasta ahora, las únicas pruebas de que estos gudaris de pastel se adiestraban en la república bolivariana eran papeles intervenidos a la banda, correos electrónicos hallados en el disco duro de un ordenador del jefe de las FARC Raúl Reyes que salió ileso (el artilugio) de un bombardeo y testimonios de miembros de la guerrilla colombiana.

Pero la impunidad también puede morder el polvo en Venezuela con la confesión-bomba de dos etarras que agiganta el dedo acusador que elevó el pasado marzo el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco sobre Arturo Cubillas al procesar a este antiguo miembro de ETA por mediar entre la banda y el Gobierno de Caracas, del que es funcionario de cierto rango.

"Yo hablé con Moratinos -enfatizó Chávez indolente hace siete meses- para aclararle al presidente Zapatero que no tengo nada que explicarle, compadre. Si quiere, pídale explicación a ese juez irresponsable". Aló, presidente. ¿Y ahora qué?

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