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Puntadas con hilo

María José Guzmán

mjguzman@grupojoly.com

El ahora con otro enfoque

La sobreinformación de la pandemia deja fuera historias y emociones de hoy que son inspiradoras

Nadie nos enseña a manejar nuestras emociones, ni siquiera ahora que términos como inteligencia emocional forman parte de nuestro vocabulario habitual y tener un coach ya no se asume como una excentricidad. Simplemente, antes y ahora, afrontamos lo que nos llega y tiramos para delante como mejor se sabe o se puede, dejando que el tiempo pase y que las cosas, si no acaban mejorando, al menos cicatricen. Un consejo recurrente en momentos de crisis, y éste se lleva la palma, es el de vivir el presente. Dejar de pensar en el pasado y en el futuro y aprender a disfrutar del aquí.

Es lo que llaman el poder del ahora, que da título a un libro superventas prescrito a quienes buscan en la autoayuda un poco de sosiego. Pero no hay que hacer yoga ni iniciarse en la filosofía budista ni saber qué es eso del mindfulness para comprender el concepto. Otra cosa distinta es llevarlo a la práctica.

No es fácil porque el presente pinta muy mal para la inmensa mayoría. Y eso se ve en la calle cuando te cruzas con gente, se ve en los ojos velados por la incertidumbre que las mascarillas dejan al descubierto. ¿Cómo se disfruta del drama? ¿Cómo quedarnos sólo con este presente tan incierto y angustioso? ¿Cómo renunciar a ese banco de recuerdos, algunos mejores y otros peores, que nos otorgan nuestra identidad? ¿Y a los sueños? Son alas para vivir.

Quizás el problema sea que no sabemos cómo gestionar esas emociones, cómo sacarles el mejor provecho y convertirlas en oportunidades. Eso de vivir el presente como si no hubiera un día después suena a desesperación, al que sabe que lo tiene todo perdido. No es nada esperanzador. Así sólo se sobrevive.

Cada vez oigo a más gente quejarse de la sobreinformación que reciben por parte de los medios de comunicación. Estar informados, y, sobre todo, hacerlo de manera veraz y rigurosa, es esencial, no se puede renunciar a eso. Bien, pero quizás tengan razón en cuanto a la medida y también el enfoque. El argumento es que tantas noticias sobre contagios y curvas, ese contador negro que registra y multiplica por mil el eco de un aula cerrada por un positivo en un pequeño pueblo generan un miedo peligroso. Cuando cunde el pánico se pierde la razón y la perspectiva de las cosas. Y creo que los medios de comunicación tenemos una responsabilidad. Hay que medir bien y buscar siempre un enfoque en positivo. No me creo eso de que las malas noticias venden más.

Y en todo este terremoto global que nos sacude hay razones para el optimismo, historias de superación y esfuerzos anónimos que salvan cada día a trabajadores y a familias. Empresarios que luchan contra la crisis y contra la mala reputación, no siempre justa, de negociantes. Y, pese a trabajar a pérdidas, cuadran números y logran reinventarse. Aunque estas historias no suelen trascender, merecerían más espacio informativo porque son reales y forman parte de un presente que sirve de inspiración a otros. Ocurre en todas las crisis. El Congreso Magallanes celebrado hace unos días en Sevilla ha mostrado un precioso abanico de ideas que demuestran que hay otro futuro posible en el que embarcarse manejando las emociones.

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