Al aire libre

Más vale aceptar las limitaciones que impone la pandemia y sigamos las recomendaciones

En pocas semanas llegarán las Navidades y las fiestas de fin de año. Y en estos días nos preguntamos cómo podrán ser este año. Porque de una manera u otra las celebraremos. El ciclo anual se acerca a su fin y si siempre nos acompaña un sentimiento de nostalgia al despedir el año lleno de recuerdos, este 2020 que tantas dificultades nos ha traído no creo que se despida con pesar en muchas familias. Con fuerza desearemos lo mejor para el próximo año. A horas tempranas o más tardías, de duración corta o larga, con más o con menos personas, nos reuniremos con familiares, amigos y colegas y el intercambio de regalos nos recordará que nos deseamos lo mejor para el futuro.

Más vale que aceptemos las limitaciones que nos impone la pandemia y sigamos las recomendaciones. Nuestra forma de vivir está ahí, es un legado de generaciones y no debe cambiar más allá de las lógicas precauciones que se parecen mucho en todo el entorno europeo, nuestra natural referencia. Distancia social, grupos limitados, uso de las mascarillas, higiene de manos y evitar las estancias prolongadas en ambientes cerrados, salvo estricta necesidad.

Afortunadamente, nos gusta vivir en la calle. Al aire libre. Fiestas mayores y menores, procesiones, paseos de caballos y carruajes, romerías y cabalgatas, son parte de nuestras esencias mediterráneas, con profundas raíces en las Romas y Grecias clásicas. Ágoras, teatros, coliseos y estadios acogían la vida de nuestros antepasados, antecedentes de nuestros deportes y festivales. En nuestro Siglo de Oro los teatros eran al aire libre y las manifestaciones de alegría, dolor y protesta siguen recorriendo calles y plazas. Para nosotros no es ninguna sorpresa que cada vez se generalicen más las terrazas de los bares, porque son nuestro espacio social preferente, incluso en las principales ciudades centroeuropeas. Es agradable tomar una bebida caliente en una terraza, aunque sea con estufas y una manta en las rodillas. Y si todo ello no es necesario, porque el sol nos calienta, mejor.

Poder estar al aire libre es un regalo del clima de nuestra región y aporta múltiples beneficios a nuestra salud. Y a poco que el tiempo acompañe en las semanas de fin de año, podremos disfrutar de nuestros parques, calles y plazas. Y aquellos afortunados que puedan, de tomar el sol y pasear en las playas y en los campos. Si algo hemos aprendido en estos meses de confinamiento y de limitaciones de salidas y paseos es que necesitamos pasar más ratos al aire libre. Y en las próximas fiestas y reuniones, con comidas o cenas, paseos de mediodía o de media tarde, compartiremos las celebraciones de Navidad. Porque el invierno de la pandemia terminará y llegará la primavera y las campañas de vacunación.

El próximo verano, esa fecha imprecisa y deseada, abrazaremos a los nuestros en días soleados. Y quizás de todo este episodio aprendamos algunas lecciones vitales: aprecio de lo bueno que disfrutamos, la fragilidad de nuestro bienestar y respeto a la naturaleza.

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