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Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

El aire está más sucio

El gobierno local tiene que ordenar y regular -restringir, peatonalizar- ese uso masivo del coche en el casco urbano

El aire de la ciudad está más sucio otra vez. Hay más motores funcionando, más combustión. De nuevo hay más humo. Y habrá quien diga: "Bendita suciedad". Es una necedad, pero hasta cierto punto es comprensible.

El aire de la ciudad se limpió cuando nos encerramos (hay otros necios que siguen insistiendo en que "nos encerraron"), cuando cada coche quedó varado en el último hueco que encontró su propietario o en la plaza de garaje. Inmovilizados todos, automóviles y automovilistas, en una situación indeseada, forzosa, en un estado de cosas anormal, las calles y las avenidas quedaron vacías. Sin humos. Y esa solitud trajo la limpieza del aire que respiramos.

Con el fin del confinamiento los tubos de escape han vuelto a funcionar. Han regresado con la actividad y el movimiento. Muy poco a poco, la ciudad va recobrando el pulso. Y con él ya han regresado muchas de aquellas partículas nocivas que se habían difuminado durante el periodo de hibernación. La hermana contaminación está aquí otra vez. Los niveles de dióxido de nitrógeno habían bajado del máximo de 29 micras/m3 detectado en febrero a 11,9 micras/m3 en marzo, y hubo días en que se bajó hasta las 7,2 micras/m3. Ahora, con la desescalada, ha sido la polución la que ha escalado y subido. Bueno, la Agencia Europea del Medio Ambiente nos tranquiliza: dice de que Sevilla no está entre las peores. No es consuelo.

Nos guste o no, el vigor del músculo financiero y económico de un país aumenta o disminuye según el estado de salud de su mercado y de su industria automovilística. Su osamenta laboral también se resiente de los embates que sufre el sector. Y al nervio fiscal de los municipios le viene de perlas un parque de vehículos poblado. Sin ir más lejos, ayer mismo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció un plan de rescate de 3.750 millones de euros con el objetivo urgente de remontar las ventas con ayudas a la compra de coches, incluidos los de motor de combustión.

Sí, es una disyuntiva delicada. No se trata aquí de demonizar al coche y hacerlo responsable único de la contaminación urbana. Hay otros factores, pero su abuso sí es una de las principales causas del ensuciamiento del aire de cualquier gran ciudad. Sevilla es una de ellas. Ordenar y regular -restringir y peatonalizar, ¿por qué no?- esa utilización masiva del coche en el casco urbano es competencia del gobierno local, y aunque ya lo era desde mucho antes de la irrupción del Covid-19 en nuestras vidas, en la vida de la ciudad, lo es ahora mucho más. Ahora es ya casi una cuestión de emergencia. Ya no caben más milongas, ni pusilanimidad institucional ni concesiones a grupos de presión ni estrategia electoral. Ignorar esto y mirar para otro lado sólo conseguirá que respiremos cada vez peor. Y el coronavirus no tendrá entonces nada que ver.

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