La esquina

josé / aguilar

¿Hay alguien sin agravios?

UNA vez que ha cumplido su tiempo el último sistema de financiación de las comunidades autónomas y hay que negociar el nuevo modelo, no hay día sin que algún baranda territorial no salga a la palestra quejándose de que el aún vigente perjudica gravemente a su comunidad. Digo yo que si a ninguno le satisface ¿cómo es que fue respaldado por la mayoría en el año 2009? Ahora nadie se acuerda de que lo apoyó.

Algunos presidentes autonómicos lo hacen directamente, y de forma abrupta, y otros mandan por delante a sus consejeros de Hacienda, pero el mensaje es siempre el mismo: su comunidad sufre un grave agravio y ha sido discriminada con respecto a otras que viven una situación de privilegio insoportable. Es como un "España nos roba" generalizado. Si España les roba a todas ellas, ¿en beneficio de quién lo hace?

La verdad es que esto no tiene ni pies ni cabeza. Es la consecuencia de tres factores coadyuvantes. El primero viene de la propia dificultad objetiva de articular un sistema que contente a todos. Sencillamente, no existe, porque cada comunidad autónoma defiende aquellos criterios de distribución de fondos que más convienen a sus intereses. A unas regiones les interesa primar sobre todo la población y los ingresos por habitante, otras ponen el énfasis en su extensión territorial, las hay partidarias de premiar la dispersión de sus poblaciones, el nivel de sus infraestructuras, las supuestas deudas históricas, la letra de sus estatutos de autonomía, etcétera.

Segundo elemento explicativo de este carajal: la crisis ha hecho disminuir drásticamente los ingresos públicos y, en consecuencia, queda poco para repartir. Quien tira de la manta de la financiación general para tapar sus carencias específicas no quiere enterarse de que está destapando al vecino. Y tercero, las elecciones de las comunidades no históricas están a la vuelta de la esquina, en 2015, y no hay ningún virrey que acepte presentarse ante sus electores con un panorama de escasez de recursos, austeridad y falta de inversiones (y una de las comunidades históricas, Cataluña, no necesita que haya elecciones para sentirse agraviada).

Nuestros mayores construyeron un Estado de las Autonomías estupendo desde el punto de vista político, pero se olvidaron de fijar su entramado financiero, que ha ido dando tumbos con modelos improvisados según cada coyuntura. Así hasta hoy. Cada autonomía va a lo suyo.

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