La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Se alquila Sevilla (Catedral incluida)

Tener historia y nombre propio nos sirve para lo mismo que su castillo con fantasma a Lord Canterville

Leo que Espadas reivindica "el peso de Sevilla" y afirma que nuestra ciudad "tiene historia y nombre propio para convertirse en referencia de las mejores políticas públicas". El peso lo vimos en el bodón del sábado. Noticia nacional e incluso internacional. La Sevilla Fiancée ha ido de la duquesa de Alba a la infanta Elena, de ésta al duque de Huéscar, de éste a Cayetana Martínez de Irujo y Fran Rivera, de éstos al futbolista y la presentadora… Y se dice que tras ellos le toca a una influencer. Esto debe ser la igualdad, la libertad, la fraternidad y la democracia a la sevillana, la toma por el pueblo de la Bastilla catedralicia, la revolución al hispalense modo con la catedral como Potemkin amotinado y las gradas del Archivo de Indias por las que bajaban los invitados, la escalinata de Odesa. Sevilla mostró el sábado a España y al mundo como se entiende aquí el triunfo de la moderna igualdad frente a la vieja sociedad estamental.

Ser un hermoso decorado con figurantes entusiastas ("¡cómo se vuelca Sevilla con estas efemérides!", decían los comentaristas), ése es el peso de Sevilla. Tener historia y nombre propio nos sirve para lo mismo que su castillo (con fantasma incluido) a Lord Canterville: para venderlo o alquilarlo. Para la boda del sábado se cerraron calles al tráfico e incluso a la circulación de peatones, se vallaron espacios públicos, se creó un paseo-pasarela blindado para que los invitados desfilaran con cuenta gotas por parejas camino de la Catedral con Fray Ceferino convertida en photocall, se cerró anticipadamente la Catedral, se desplegaron fuerzas de orden público desde el mediodía… Aunque lo mejor fue el cartelito que pusieron los gestores de la Catedral: "Por celebración litúrgica especial la visita cultural se cierra a las 15:30". ¡Qué arte!

Mencioné antes, como símbolo de Sevilla, el castillo que Lord Canterville vende a un millonario americano en el relato de Oscar Wilde. Pero lo nuestro tal vez se parezca más a Página en blanco, la divertida comedia de Stanley Donen en la que Cary Grant y Deborah Kerr son unos aristócratas ingleses que ven su intimidad destruida y hasta su matrimonio en peligro cuando la ruina les obliga a abrir su mansión rural a las visitas turísticas. Eso sí, con más clase que nosotros; es decir, sin pasarela bodón, sin peste a fritangas, sin franquicias y sin gente medio en pelotas.

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