COLISIONAN dos que salieron de la parrilla de salida en muy buena posición para dar batalla a los verdaderamente grandes en el cierre de la jornada. Uno está cumpliendo todas las expectativas creadas en su derredor y ejerce de anfitrión, mientras que el otro arrancó con mala fortuna en Pamplona y fue dando tumbos hasta que dijo basta el pasado domingo para confirmar el jueves su reacción goleando a la Lazio. Sevilla-Villarreal como colofón de la décima jornada, un partido, un buen partido, aunque los de La Plana arriben a él con un puñado de ausencias en el que las hay tan dolorosas como las de Senna o Cazorla.

El Villarreal no tiene a Nervión como un rodeo preferido y lo más probable es que siga siéndole esquivo. El Sevilla es el Sevilla y cartuchos al cañón, no hay más que hablar. Tenía que ganar en Jerez y ganó, tenía que clasificarse antes que tarde para los octavos de Champions y lo hizo ante un Stuttgart que fue más enemigo de lo previsto, hasta el punto de que se pidiese la hora por las cuatro esquinas del coliseo de Dato. Ganar al Villarreal es de obligado cumplimiento para, entre otras cosas, evitar que la esperada, y previsible, escalada de los amarillos comience antes de lo deseable. Y es que la Liga suele poner a cada uno en su sitio y el de los levantinos está por arriba.

Unas horas antes, duelo al sol de la Bahía con la reaparición del Betis posgripal. Otro amarillo al otro lado del campo y un ambiente que se prevé calentito, que la memoria flaquea y habitualmente se utiliza según conveniencia. Y en el corazón de la cosa, la impertinencia del impertinente Emana dejando en mal lugar al que le paga. Y la pregunta es la de ¿qué interés podía tener el Betis en aplazar el partido con el Villarreal B si no fuese por una abundancia de ausencias? Jornada contra amarillos, un uno fijo en absolutamente todas las quinielas de la noche en Nervión y un dos tan deseable como complicado en casi todas las de la tarde junto a la Bahía.