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Crónica Personal

El año de Ayuso y Díaz

2021 culmina con la política enredada, la economía mal pese al triunfalismo de Pedro Sánchez y el coronavirus atacando sin piedad

A mitad de legislatura, Pedro Sánchez hizo una profunda remodelación del Gobierno, con ceses que marcaron políticamente 2021. Fue también el año de ómicron, el rayo Covid que no cesa, y el año en el que el Gobierno presumió de una importante recuperación económica que ni la UE ni el Banco de España consideraron que fuera tan optimista.

Año de la supuesta derogación de la reforma laboral que finalmente fue superficial retoque, y año en el que los independentistas catalanes hicieron gala de su cobardía: las amenazas de romper la baraja y promover la sedición en su Parlamento se quedaron en palabrería, pero siguieron dando la vara con sus amenazas, que rebajaban a medida que el Gobierno central asumía algunas de sus exigencias menos conflictivas y hacían llegar millones de euros para tenerlos contentos.

Fue año en el que don Juan Carlos tampoco pudo cumplir su deseo de pasar la Navidad en casa, año en el que Ciudadanos sufrió su aparentemente imparable descomposición, Vox se convirtió en un partido que se codeaba con los mayores y, sorpresa, Pablo Iglesias abandonó el Gobierno y la política. Y, más sorpresa, dos mujeres que empezaban a despuntar, Yolanda Díaz e Isabel Díaz Ayuso, se convirtieron en figuras de tal empuje que al terminar el año en determinadas instancias se las veía ya como presidenciables. No de forma inminente, pero algunos de sus compañeros tratan de cortarles las alas antes de que pueda producirse ese futuro escrito en femenino. Y el año en que se tensionaron más que nunca las relaciones entre las instituciones del Estado.

Contra todo pronóstico el rey Juan Carlos sigue en su exilio de Abu Dhabi y, a pesar de las muchas especulaciones, no ha podido regresar a España. Cuándo podrá hacerlo no lo sabe ni él. El Gobierno, que promovió su salida de España, ahora dice que la decisión es cosa de la Casa Real, mientras se filtran supuestas exigencias de don Juan Carlos. Sólo hay una noticia cierta en las muchas publicadas: el archivo de su causa por parte del fiscal Bertossa en Suiza y de la Fiscalía española. Mientras, los socios extremistas del Gobierno insisten en la abolición de la Monarquía. Extremistas que ni siquiera respetan la figura del rey Felipe, sin mácula en su comportamiento privado ni institucional.

En el Gobierno, continúa el descrédito de Pedro Sánchez por decisiones que no han gustado ni a los suyos. El indulto a los independentistas catalanes ha sido cuestionado por el Supremo, también entre sus filas ha habido declaraciones contrarias a las componendas alcanzadas con Bildu y Sortu, formación a la que se acaba de incorporar un dirigente de ETA, y también ha sido muy criticada la falta de firmeza del Gobierno y el PSC para defender en los colegios catalanes que se cumpla la ley y se imparta el 25% del tiempo de enseñanza en castellano.

En las instituciones judiciales al menos se ha llegado a un acuerdo para el relevo de los cuatro miembros del Tribunal Constitucional que habían finalizado su mandato hace tiempo, pero el acuerdo entre PSOE y PP no arregló las cosas: los dos colocaron a personas de prestigio pero absolutamente afines a sus respectivos partidos, lo que ha provocado el descontento generalizado. No se ha alcanzado acuerdo sobre el Consejo General del Poder Judicial, aunque sí sobre el Defensor del Pueblo -el ex ministro Ángel Gabilondo- y sobre el Tribunal de Cuentas.

En el plano estrictamente político, han sido numerosas las noticias. Entre las más relevantes, el mencionado ajuste en el Gobierno. Con sorpresas importantes, como la salida de Carmen Calvo de la vicepresidencia primera, considerada mujer de la máxima confianza de Sánchez, y del hombre fuerte del PSOE y al que el presidente tenía en la mayor consideración, el ex ministro de Fomento José Luis Ábalos. Fue cesado de mala manera y las especulaciones son constantes. Como son constantes también respecto al todopoderoso Iván Redondo, cesado de forma fulminante como director del gabinete de Presidencia junto a su equipo. Él insiste en que había pedido salir de Moncloa pero parece cada vez más evidente que fue Sánchez quien quiso apartarlo.

Pablo Iglesias, entonces vicepresidente del Gobierno y secretario general de Podemos, inició 2021 con una sensación amarga: se habían ido distanciando los encuentros a dos con el presidente y se enteraba de la mayoría de sus decisiones por los medios. En marzo, cuando Ayuso convocó elecciones en Madrid, Iglesias, en un arrebato que demostraba una vez más el alto concepto que tenía de sí mismo, anunció que dimitía como vicepresidente para presentar su candidatura a la presidencia del Gobierno de Madrid. No sólo no ganó las elecciones, sino que Podemos sufrió una importante humillación porque fue superado por Más Madrid, el recién creado partido de Iñigo Errejón, antaño su brazo derecho en Podemos. Iglesias anunció que no ocuparía su escaño en la Asamblea regional y que abandonaba la política. Hoy, como otros ex, se dedica a participar en tertulias y escribir artículos.

Iglesias no dejó bien resuelta su sucesión. Designó a Ione Belarra al frente de la secretaría general de Podemos y donde ocupa el cargo sin pena ni gloria, con Irene Montero y Lilith Verstrynge formando parte de la cúpula, y a Yolanda Díaz como su sucesora en la vicepresidencia del Gobierno y nueva candidata a la Presidencia, a expensas de ser confirmada por el partido. Confirmación que no se ha producido porque Díaz no se conforma con esa candidatura.

Ha puesto en marcha una plataforma que aglutine a la izquierda. Incomoda a Sánchez porque aspira a quitarle votos socialistas, y a Belarra y Montero, a las que no convoca en sus apariciones.

A Sánchez por otra parte le perjudican las cifras económicas -que él disfraza con otras muy positivas- que desmienten tanto la UE como el Banco de España y el FMI- y en los últimos tiempos le perjudica el incremento desbocado de la factura energética. Aseguró que a final de año se pagaría por la luz lo mismo que en 2018 y los españoles pagan ahora más del doble. Otro engaño del presidente.

No están las cosas mejor para Pablo Casado, que está demostrando que no se mueve bien en el mundo de la estrategia política. Ayuso, que tuvo noticia de que PSOE y Cs iban a presentar una moción de censura en Madrid, decidió convocar de inmediato unas elecciones para desactivar la operación. Su triunfo fue apoteósico, destrozó al PSOE, que quedó por detrás de Más Madrid, y provocó la desaparición de Cs en el Parlamento regional. Pactó el apoyo de Vox desde fuera del Gobierno y su apoyo para los presupuestos.

Ayuso se convirtió en una figura nacional, pero Casado, en lugar de aprovechar ese éxito, en lo que parece un ataque desmedido de celos, le está poniendo todas las trabas posibles para que no pueda ser la presidenta regional del partido. Retrasa su congreso, promueve como candidato al alcalde aunque Almeida no está por la labor, y complica la vida a Ayuso hasta el punto de que ha planteado incluso que no sea la candidata a la presidencia del Gobierno regional en las próximas elecciones. El partido está conmocionado por la deriva que imponen Casado y García Egea, y no se sabe cuáles pueden ser las consecuencias de la posición de Casado, que alega que está obligado a imponer la autoridad de la dirección nacional. Lo acaba de hacer con Juanma Moreno. El presidente andaluz, que celebrará elecciones antes de fin de año, quería formar una lista conjunta con Cs, sus datos le auguraban así la mayoría absoluta, pero Génova se ha negado. La situación de Casado ha provocado una desazón e intranquilidad en el PP que Casado y Egea se niegan a reconocer.

Finaliza el año con nueva noticia en el PP: la convocatoria de elecciones en Castilla y León porque Mañueco temía una moción de censura de PSOE con Cs.

Son elecciones importantes para PP y PSOE. Para Casado, porque en momentos de bajada generalizada en las encuestas sólo ganaría las generales si logra subir el ánimo de su gente con éxitos en Andalucía, Castilla y León y Madrid… y aún así no está claro que los votantes habituales del PP le den su respaldo. Y Sánchez necesita éxitos cuando su figura está en baja.

La política está enredada, la economía mal a pesar del tono triunfalista de Sánchez, y el Covid atacando sin piedad. Con docenas de miles de afectados pero, afortunadamente, con índices de mortalidad muy alejados a los del año anterior. Gracias a la vacunación. Pero se mantiene el miedo al coronavirus y, por desgracia, falta bastante tiempo para que se pierda.

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