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José Antonio Carrizosa

Es su año

ES su año decisivo y lo sabe. Javier Arenas es consciente de que se juega mucho en las elecciones de marzo y se está preparando el camino convencido de que cada paso que dé debe acercarlo al Palacio de San Telmo y de que ya, después de tres intentos, no puede permitirse errores. Por primera vez en más de tres décadas, el Partido Popular tiene la Junta de Andalucía al alcance de la mano y si finalmente la consigue será, es evidente, por los muchos errores que ha cometido el PSOE en los últimos años y porque una crisis como ésta se lleva por delante cualquier cosa, pero también -y esto es un elemento fundamental del análisis- porque Arenas ha manejado la situación con inteligencia y sentido político. Suyo es el mérito de que en Andalucía la derecha haya dejado de ser vista como algo exótico, e incluso amenazante, y se haya convertido en una opción abrazada con entusiasmo en toda la región y muy mayoritaria en las áreas urbanas y en las más desarrolladas. El presidente del PP se ha pateado Andalucía como nadie y le ha cambiado la cara al partido. También conseguía aumentar su influencia en Madrid, donde Rajoy lo ha convertido en uno de sus principales referentes. Ha demostrado lo primero en las dos últimas elecciones, que han sido un paseo militar para los populares, y lo segundo, en la formación del Gobierno, en la que su mano se deja ver y no sólo en el nombramiento de ministros andaluces.

Ahora le toca su reto más difícil: acabar con el último reducto de poder socialista en España y con un PSOE que ha demostrado elección tras elección una capacidad de movilización de votos que no ha tenido nadie. En un escenario de crisis sin precedentes, con unos niveles de desempleo insoportables para una sociedad sana y con contestación social por errores como la reforma de la administración pública o la gestión de la crisis de los ERE, los socialistas aparecen desfondados. Pero no están derrotados. Todavía quedan meses y partido por jugar, sobre todo si Rajoy se ve obligado a acelerar un programa de reformas que de alguna forma convulsione a la adormecida sociedad española y la saque de su apatía. Es la única carta que a estas alturas puede jugar Griñán, mientras su partido va a ahondar sus desgarros internos en la pugna por el poder que se va a dilucidar en el congreso de Sevilla. El panorama es el que es y si Javier Arenas no comete errores y Madrid no pisa demasiado el acelerador acuciado por las premuras de Berlín, el líder del PP tiene muchas papeletas para ocupar dentro de unos meses el despacho del Palacio de San Telmo. E incluso de que si ese escenario no llega a producirse, éste sea, en cualquier caso, su año. Es mucho el poder que ha acumulado el PP y mucho el que ha logrado Javier Arenas dentro de su partido.

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