AUNQUE la reunión que antier sostuvieron plataformas y administrador judicial ha traído una sensación positiva, urge que la jueza remate la instrucción. Urgencia para que empiece a saberse quién o quiénes van a patronear una nave que no puede continuar por más tiempo en la situación de provisionalidad que vive. Ese ideario de buenas intenciones que se desprende del mando actual sólo conduce a un limbo nefasto para el club.

Y si acabar con la instrucción es clave para que el Betis tenga cierto futuro no es menos importante saber si el concurso de acreedores es declarado culpable o no. Saber de una vez qué tipo de responsabilidad tienen los que metieron al Betis en la maldita encrucijada que sufre es fundamental para que el mañana del Betis no sea la entelequia que hoy es. Parecía que alargar la instrucción era bueno, sobre todo por tener alejada a la zorra del gallinero, pero ya no cabe más demora.

Vamos camino de los cuatro años de instrucción y eso es una barbaridad en fútbol. Y es una barbaridad, más que nada, por la sensación de desapego que vienen dando los hombres de la jueza. Un club de fútbol no es una empresa más, sino un tren que si se para descarrila. Un convoy que ha de competir con otros y que, a la vista está, no se ha dado en el caso del Betis en este último año y después de que en los anteriores sonase la flauta, no se sabe bien si por casualidad o por qué.

Todo está siendo desalentador en el día a día del club y del equipo. No se olvide que el motor de un club es el primer equipo y que éste se mueve por el combustible que recibe de la planta noble. O sea, que es una simbiosis de obligado cumplimiento para el buen discurrir de las cosas. Cuatro años en este limbo es como lo de que no hay mal que cien años dure, pero, sobre todo, porque no hay cuerpo, léase club, que lo resista. Y cuatro años en este mundo del fútbol es una eternidad.