ASOMBROSA capacidad de las canciones para herirnos. Casi siempre, afortunadamente, con heridas buenas por las que sangra la memoria. La música popular tiene una capacidad única -que el exquisito Proust fue el primero en valorar y defender en Los placeres y los días- para expresar y revivir el instante. A cada uno lo suyo. Quede para los clásicos el ser lo que de aspiración a lo eterno haya en nosotros. Y quede para la canción popular el estar (aquí y ahora o allí y entonces), su asombrosa capacidad para resucitar las sensaciones y los recuerdos ligados a un tiempo concreto de nuestras vidas. Martín Patino lo demostró en Canciones para después de una guerra, haciendo llorar por igual a quienes vivieron aquellos años y a quienes entonces ni tan siquiera habíamos nacido.
Viene todo al caso de la canción escogida por la agencia Publicis para la campaña de la Lotería Primitiva: You Are my Destiny, de Paul Anka. La oí y al instante volví a Tánger. Sólo es una ráfaga que reproduce el estribillo que le da título. Unos pocos segundos. Pero bastaron para que oliera el perfume a periódico antiguo -tinta, rotativa, tabaco- que impregnaba la chaqueta de mi padre, y el aire limpio de las mañanas claras en las que el levante azotaba la parte abierta al Estrecho del Boulevard Pasteur; viera abrirse los brazos de la bahía cuando el barco de la Transmediterránea dejaba las casi siempre agitadas aguas abiertas, mostrando a proa la ciudad blanca que parecía derramarse por las laderas de los montes; sintiera el sabor de las magdalenas del Salón de Té de Madame Porte o del té verde que tomábamos, mientras atardecía sobre la bahía y se oían las voces de los almuédanos, en la terraza de la tetería Al Hafa, junto al palacio de Barbara Hutton; regresara al Roxy, al Goya, al París o al Mauritania para ver Espartaco, Hatari, La tumba india, Gorgo o Los hijos del volcán; oyera las voces y las risas de nuestros queridos amigos Samuel y Esther Coen, José Luis y Mary Navarro, Luis y Valy Grajales, que llevan tantos años muertos, enterrados por medio mundo tras la diáspora tangerina; y se volviera a encender el juke box del Café de París para que sonara Petite Fleur de Bechet, Les feuilles mortes de Montand, Los niños del Pireo de Melina Mercouri, Mañana de carnaval de Bonfá o este You Are my Destiny de Anka que en unos pocos segundos me ha devuelto un mundo.
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