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La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Los que aprietan a Juanma Moreno

El presidente sufre en los riñones la presión de un padre con carrito una tarde de Navidad por Tetuán

Quizás la mayor virtud del presidente de la Junta es que tiene claro que ha sido ungido por la suerte. Está en el sillón por una suma de circunstancias. Señaló el cubilete donde estaba el garbanzo. Ha sido el viajero mil del AVE con derecho a un fin de semana en Rota. Cuando se gestiona bien la suerte aparece otra de las virtudes más interesantes: la humildad. No vemos en Moreno soberbias anteriores. Al menos de momento. Seguimos viendo en Moreno ese feligrés de buena apariencia que pasa la cesta en la colecta de la misa de una. Todos los ejecutivos tratan de revestir la propaganda como información. Moreno expone sus logros de cien días de gobierno con esas ya famosas veintiuna medidas, con esas 208 iniciativas tomadas en diecisiete semanas. Cifras, esquemas, gráficos, todo mascadito. El monstruo de la información requiere de su galleta diaria. Que no le falte alpiste a los pájaros. Sólo cien días, pero Moreno sufre ya al colectivo de apretadores, impacientes, ansiosos y desahogados que ya están exigiendo meter el dedo en la llaga para creer en el cambio. Quieren ver Andalucía patas arriba ya, quieren poco menos que una revolución exprés, exigen todo para ayer, denuncian la lentitud en las decisiones, cuando hasta hace un cuarto de hora se conformaban con la velocidad de una barquita de paseo de la ría de la Plaza de España. Tienen ansiedad por el cambio hasta los más sesudos expertos. Aprietan más que un cangrejero en una bulla. Moreno debe sentir más presión en los riñones que un padre con carrito por la calle Tetuán una tarde de Navidad. Los apretadores del presidente irán a más. Están deseando ya gritarle aquello de las manifestaciones de finales de los ochenta: "¡Felipe! ¡Guerra! ¡El cambio es una mierda!" Y en algún momento tendrá que hacer patente el cambio. El cursi dirá que el presidente tendrá que visibilizar el cambio, verbo horripilante donde los haya. Se pueden ahorrar Moreno y su cuadrilla todos los balances de gobierno, todas las apariciones de San Elías (el santo sin cofradía) anunciando la buena nueva cada martes de precepto. De nada servirán los microindicadores, los macroindicadores, los barómetros de Antonio Pascual, las explicaciones en los desayunos de Casa Pulido, donde siempre es mejor acudir ya desayunado, y la exhibición de la buena sintonía con Ciudadanos. Pueden prescindir de todo. No habrá cambio mientras el gobierno no entre en Canal Sur como Ruiz Miguel en la suerte suprema. En corto y por derecho. Y cuando lo haga, si lo hace, los expertos no le acusarán a Moreno de lentitud, sino de potenciar su propio aparato de propaganda. Estos nuevos apretadores encarnan el cambio. Son el primer efecto.

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