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La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Seis apuntes sobre el conflicto del taxi

La no huelga. Los taxistas han querido beneficiarse del prestigio de la palabra huelga, pero en sentido estricto lo suyo no ha sido una huelga, sino un cierre patronal. No han cesado su actividad unos trabajadores asalariados contra su patrón o su gobierno, sino que unos empresarios autónomos han dejado de prestar sus servicios para reclamar a los gobernantes mejoras en sus condiciones.

2. Tregua por desgaste. Amenazaron con que el conflicto seguiría si el viernes no se satisfacían sus reivindicaciones (ya saben: si esto no se arregla, guerra, guerra, guerra), pero lo han tenido que aplazar por puro desgaste y cansancio: casi una semana sin ingresos, con una impopularidad creciente, sin solidaridad social ni política y sin arrodillar al poder.

3. Coacción y violencia. Han perdido mucha legitimidad por las formas de su lucha. Por tomar a ciudadanos y turistas como rehenes de una reivindicación gremial, por creerse con derecho a cortar durante varios días arterias principales de sus ciudades, por la bravuconería de sus líderes, por no organizar ellos mismos los servicios mínimos imprescindibles en un sector tan estratégico y por los actos de violencia de unos poco, nunca condenados en serio.

4. Gobierno débil.El Gobierno ha aceptado negociar bajo presión ilegal (incluso física: el propio Ministerio de Fomento estaba rodeado). Como si fuera normal cortar la circulación durante casi una semana y perjudicar a millones de ciudadanos ajenos al conflicto. No ha hecho nada por garantizar el orden público, primer deber de un Estado que se precie. ¡Qué diferencia con Rubalcaba cuando afrontó la huelga de los pilotos!

5. Gobierno escapista. La "solución" que adelanta el Gobierno no es solución, sino el endoso del problema a las comunidades autónomas, que se resisten a hacerse cargo porque sí de esta patata caliente. No sólo las gobernadas por el PP, también el consejero andaluz de Fomento se opone expresamente. Es peor aún la salida última que se adivina al conflicto: como las licencias de VTC que compiten con el taxi son perfectamente legales (una ley de Zapatero), habrá que indemnizar a sus concesionarios si se quiere rescatar y reducir su número. ¿Pagaremos todos la reconversión del sector?

6. Ridículo podemita. El único apoyo político a los propietarios de taxis ha venido de Podemos. Su entusiasmo ante la reivindicación de la patronal de un sector particular que tiene un planteamiento puramente corporativista en vez de asumir él mismo la necesaria modernización y mejora de su servicio para hacer frente a la competencia, sólo puede obedecer a un confuso populismo premarxista. ¿O son los patrones taxistas más "gente" o más "pueblo" que los miles de trabajadores de los VTC que perderían su empleo si el taxi gana.

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