Desde el corazón del enésimo y último puente del año notamos una sensación de nostalgia y de ánimo como en una extraña simbiosis. La explosión de vida que se da en estos días de ese largo puente de la Inmaculada que arrancó en la víspera del día de la Constitución nos transporta anímicamente a un tiempo muy lejano en el que las cosas eran de otra manera. Sin ir más lejos, la otra tarde en La Carbonería aquella que fue de Paco Lira nos sumíamos en un entrañable túnel del tiempo con ocasión de la presentación del último libro del muy prolífico y viejo amigo Joaquín Arbide. Nos sumergimos en un tiempo sin nada que ver con lo que hoy tenemos, pero con el denominador común de que siempre el presente es como un árbol que no deja ver el bosque. Y es que sin la perspectiva que proporciona el tiempo transcurrido es complicado analizar qué es lo que está pasando.