desde mi córner

Luis Carlos Peris

Un árbol impide ver el bosque

A sólo veinte días de que empiece el tiroteo, reinan la normalidad en el Sevilla y la tribulación en el Betis

VEINTE días faltan para el comienzo liguero y mientras paliamos el síndrome de abstinencia con los bolos propios del verano más el aditamento de nuestras selecciones inferiores podemos comprobar que el Sevilla camina con firmeza y sabiendo lo que quiere de forma paralela a cómo el Betis, aun sabiendo también lo que quiere, no acaba de saber cómo lograrlo. O si lo sabe no puede, que hay que ver lo complicado que debe serle desprenderse de lo que no quiere y lo casi imposible que debe resultarle alcanzar lo que verdaderamente quiere o, mejor aún, necesita. Vidas paralelas que, claro, caminan sin encontrarse.

Parecía que el problema más espinoso para el Betis iba a ser el económico por esa ruina a la que lo abocó quien lo abocó y resulta que no, que lo peor de todo es el enquistamiento del caso Emana. Un caso en el que todos tienen sus razones y ambos saben cómo esgrimirlas. Pero da la sensación de que el camerunés eligió más acertadamente a sus portavoces, que hasta justifican algo tan injustificable como el de negarse a jugar con el club al que pertenece. Y por ahí, por esa negativa a viajar con el equipo a Gran Bretaña pierde Emana la razón, toda la razón, pero absolutamente toda y sin que le queden argumentos para una defensa mínimamente lógica.

Está enfangando este caso un tiempo que debería ser de concentración y de laboratorio, de almacenamiento de energías para lo que está por venir. El problema con Emana no viene solo, pues también anda emponzoñando el verano el de los descartados y hay que esperar a que todos estos árboles que dificultan tanto la visión del bosque sean talados de inmediato por el bien de un Betis que si vive de milagro ya sin ellos, a ver cómo sobrevive en su compañía. Quedan veinte días tan sólo para que esto eche a andar y mientras en el Sevilla reinan la normalidad y las buenas sensaciones, en el Betis se comprueba que la casa no sólo está sin barrer, sino inconclusa.

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