Víctor Pérez Escolano

Arquitecto. Catedrático de Composición y Diseño de la ETSA

La arquitectura que hace historia

EL Premio Manuel Clavero se instituyó hace nueve años con el propósito de ofrecer a la sociedad sevillana un referente anual de máxima ejemplaridad. Celebrar la trayectoria de las personas más relevantes es propio de sociedades avanzadas, afianzadas en sólidos principios. Este año estamos puestos a prueba en el marco de una grave pandemia mundial, y el riesgo de una crisis institucional y social en España, con ciertas conductas insolidarias e indecorosas incapaces de conducirse con el sosiego y la compasión que exigen la salud pública y la quiebra de tantas economías familiares.

Alguien ejemplar en su dedicación a la sanidad, siendo tantos, parecería ser la persona más idónea para recibir el Premio Clavero en 2020. Quiero pensar que así será el año próximo, cuando contemos con una perspectiva estable y serena del proceso de superación del Covid-19. Por ello, considero un gran acierto la designación de los arquitectos Antonio Cruz y Antonio Ortiz, los primeros en obtenerlo, que a su vez fueron merecedores en 1997 de la Medalla de Oro de Andalucía, aunque hasta hoy, incomprensiblemente, ninguno otro la haya recibido.

Hay un argumento de fondo en el valor paradigmático de la práctica de la arquitectura, cuando se ejerce con rigor y maestría, generando el paisaje nuevo de la vida social, conforme a las demandas, modestas o singulares, que proyectar y construir dan forma. Si la salud y la enseñanza son soportes esenciales del bienestar de la sociedad, también lo es el buen ejercicio de la construcción del hábitat, contribuyendo a la calidad de toda actividad. Pienso que el estado de alarma, el confinamiento y su modulación, una “normalidad otra”, la reconstrucción, en definitiva, las maneras alternativas de habitar, trabajar y vivir el ocio demandan que el pensamiento, la reflexión aplicada, el dominio de las alteraciones, respondan ahora a esas nuevas oportunidades para que el viejo oficio de ordenar el espacio y la materia siga dando soluciones a las cambiantes necesidades humanas.

Antonio Cruz y Antonio Ortiz lo han hecho y lo van a seguir haciendo. En su ejercicio libre, han dado respuesta excelente a cuantos encargos recibieron o concursos ganaron. Han alcanzado las más altas cotas internacionales en su labor profesional, mostrando en sus obras y proyectos la justa armonía entre las coordenadas técnicas y creativas, cumpliendo a plena satisfacción la misión social y cultural de la arquitectura y su función económica.

Han trabajado siempre juntos, casi medio siglo, desde los primeros años de la década de los setenta. En la arquitectura española del siglo XX se han dado casos de esa modalidad compartida. Por ejemplo, durante los años treinta, Arniches y Domínguez en Madrid, o en la segunda mitad del siglo XX, Martorell y Bohigas en Barcelona. En Sevilla, en esa etapa, se ensayó la modalidad de corporación profesional a la norteamericana con la creación de Otaisa por los hermanos Medina Benjumea, Alfonso Toro y Luis Gómez Estern.

Cruz y Ortiz se formaron primero en la joven escuela de Sevilla y se titularon en 1971 en la de Madrid, donde perfeccionaron su formación con Rafael Moneo. Ya en sus primeros edificios de viviendas de promoción privada en Sevilla manifestaron sus cualidades. Baste recordar que en 1973 proyectaron el edificio de viviendas entre medianeras de la calle María Coronel. Si el planeamiento del casco antiguo entonces vigente permitió que numerosas construcciones dañaran gravemente la armonía de tantas calles, ellos supieron dar la vuelta a esa perversión en un prodigioso ejercicio de atemporalidad. Su agudeza para analizar y responder brillantemente se compagina en todo tipo de coordenadas. Una arquitectura de síntesis donde siempre operan coordinadamente la inteligencia y la sensibilidad.Su estudio matriz está en la calle Santas Patronas, y sus respectivas viviendas familiares se han anclado también en el centro histórico. Pero también tienen sedes profesionales en Madrid y en Amsterdam, como manifestación de su expansión española y europea. Entre muchas obras importantes, la estación de Santa Justa, Premio Nacional de Arquitectura 1993, la mutación virtuosista del Wanda Metropolitano o la reforma y extensión del Rijksmuseum bastan para confirmar la solvencia de Cruz y Ortiz, su versatilidad y adaptación magistral a las condiciones cambiantes de las demandas arquitectónicas. Ganadores del concurso para la intervención en el más importante museo de Holanda, su prologada ejecución constituye una demostración de cómo los mejores arquitectos son capaces de resolver conflictos profundos o sobrevenidos. Cuando el rey Guillermo I les nombró Caballeros de la Orden del León Neerlandés manifestaba la satisfacción de uno de los países más exigentes de Europa a estos arquitectos sevillanos.

El Premio Manuel Clavero, creado por Diario de Sevilla, con el patrocinio de la Fundación Persán, nos permite de nuevo reafirmarnos en la extraordinaria calidad de nuestra mejor arquitectura, y debe servirnos como estímulo para afrontar con confianza la crisis presente.

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