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La tribuna

amparo Rubiales

El arte del acuerdo

ÁNGEL Gabilondo, catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, ex ministro de Educación y ahora candidato del Partido Socialista a la Comunidad de Madrid, no va a levantar pasiones mediáticas ni por sus declaraciones ni por las descalificaciones de nadie, porque ni le gusta ni sabe ni quiere. Es un político del que nos harían falta, por lo menos, una docena en la política española, pero espero que la ciudadanía, no sólo la madrileña, sea capaz de leer y oír muchas de las cosas del discurso que está construyendo.

Sus "soluciones justas" son de un sentido común aplastante, que, como se sabe, es el más común de todos los sentidos. Estuvo a punto de conseguir ese pacto por la educación que no se ha logrado en todos estos años de democracia, pero, al final, el PP se rajó, porque estaban muy cerca las elecciones de 2011 y no les convenía; por eso, entre otras muchas cosas, Ángel Gabilondo dice que "lo que está en crisis no son los partidos políticos, sino el partidismo". Y sálvese quien pueda.

También ha escrito que "se nos ha olvidado que la política es el arte del acuerdo", y cuando lo leí, pensando en Andalucía, volví a reflexionar sobre la falta que nos hace ese "arte del acuerdo", más necesario que nunca en estos momentos. Los resultados electorales son los que son y es necesario saber interpretar la voluntad popular y que todos los partidos con representación parlamentaria sepan estar a la altura de las circunstancias. Se trata sólo de que haya un Gobierno que represente a lo dicho por las urnas, cuyo mandato es inapelable: o gobierna el PSOE, que ha tenido una amplia mayoría, aunque no sea suficiente, o gobierna el PP con Podemos, lo que no parece muy razonable; el resto de las componendas significan no comprender "la voluntad de la gente", esa frase que ahora tanto se usa cuando no se quiere concretar propuestas. La idea de que se repitan las elecciones es tan disparatada que cuesta trabajo pensar que alguien la considere razonable.

Es necesario el acuerdo sólo para que haya gobierno, conscientes de que en democracia los problemas sociales, y tenemos muchos, sólo se resuelven así: unos gobiernan y otros hacen oposición al gobierno. En muchos de los países europeos las mayorías absolutas no existen y se gobierna siempre a base de acuerdos.

Facilitar la investidura de la fuerza política mayoritaria solamente es para que gobierne el partido que ha obtenido la mayor representación parlamentaria. Al minuto siguiente de la constitución del gobierno, los demás grupos parlamentarios están en la obligación de ejercer la oposición que consideren necesaria de acuerdo con su programa electoral y su propia ideología. Todo lo que no sea actuar así no es más que obstaculizar la democracia e impedir, de forma artera, que Andalucía tenga un gobierno producto de un acuerdo sensato.

El pueblo andaluz no merece que lo usen como banco de pruebas de los intereses partidistas de nadie, pensando sólo en lo que interesa para los siguientes procesos electorales; no es justo y, por tanto, tampoco legítimo.

Lo que resulta más difícil de entender es la actitud del PP, que nunca ha gobernado en Andalucía, porque no la ha entendido y lo repite, una vez más, con estos comportamientos, evidenciando que así, difícilmente lo lograrán, porque el pueblo andaluz no entiende que defiendan sus intereses de partido por encima de los de Andalucía. El error de la derecha con la posición mantenida en el referéndum del 28 de febrero todavía pervive en la memoria colectiva de este pueblo y ahora parecen dispuestos a tropezar de nuevo en la misma piedra. No se entiende que un partido de gobierno no facilite, sólo con su abstención, la gobernabilidad del partido que ha ganado ampliamente las elecciones. Han entrado en una dinámica suicida, en España y en Andalucía, nada buena ni para la estabilidad de la democracia ni para sus intereses electorales.

De los partidos "emergentes" es difícil opinar con certeza, todavía no tienen ni ellos claras cuáles son sus propuestas. Legalizar la prostitución, y más aún por razones económicas, como propone Albert Rivera, es espantoso, y Pablo Iglesias todavía no sabemos "si sube o baja". Su interés está en "alcanzar el cielo", absolutamente legítimo, pero no a cualquier precio.

Conquistar derechos, algunos fundamentales para la vida de las mujeres, por ejemplo, ha costado mucho a muchas generaciones de mujeres y no pueden ahora tampoco ser preteridos por los emergentes de la manera en que lo están haciendo. La deseada regeneración política pasa por preservar los derechos conquistados, ampliándolos sí, pero sin retrocesos para nadie y menos para las mujeres, las grandes olvidadas de la historia. No se puede hacer tabla rasa de todo lo conquistado. Así no se avanza en la historia.

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