ALGUIEN sentenció tiempo ha que el fútbol es un estado de ánimo y el tiempo se encarga de demostrar a diario que, efectivamente, así es. Como en cualquier faceta de la vida, no es lo mismo emprender algo bajo una depresión que con las pajarillas revoloteando de alegría. Y viene esto a cuento por lo de esta noche en el gran coliseo barcelonés de la Riera Blanca. Indudablemente, el potencial de los contendientes está decantado de lado azulgrana con claridad y a principios de semana se apostaba por diferencia de goles no por el 1-X-2, a ver cuántos goles encajaba Casillas o cuántos correrían a cargo de Eto'o.

Pero los estados de ánimo se han acercado de manera considerable así que en Concha Espina decidieron darle la boleta al enfadado crónico que es Schuster en beneficio de Juande. Por cierto, y se lo he dicho a él personalmente, de mayor un servidor querría ser Juande, qué tío más bueno a la hora de rentabilizar conocimientos. Siempre está en el sitio ideal en el momento adecuado, un fenómeno este manchego. Bueno, pues con la llegada de Juande al banquillo madridista está asegurado algo muy importante, que el Real Madrid se moverá en el campo como un bloque y no como una anárquica banda que tiene que recurrir a la épica para salir adelante.

Con Juande se asegura el orden y el sentido de grupo. Y con Juande ha llegado al Realísimo una sensación que hace que el partidazo de esta noche aparezca como lo que siempre fue, un diálogo entre los dos grandes y no el monólogo que se presagiaba. ¿Quiere decirse que está descartado el monólogo? No, claro que no, el monólogo nunca es descartable en fútbol y mire si no lo es que ni siquiera esta noche puede desecharse la idea de que uno sea muy superior al otro. Hasta el martes, el monólogo estaba asegurado y de qué lado correría; desde ese día, todo puede ser posible esta noche en el Camp Nou. Y es que el estado de ánimo influye y de qué manera.