La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La atardecida en Andalucía

La belleza de la caída del sol permite soñar con un futuro próspero

La atardecida en Andalucía

La atardecida en Andalucía

Andalucía de atardecida es un óleo que pide marcos dorados para realzar los azules, grises y rosáceos de su piel fatigada cuando acaba el día y su cuerpo ajado de dama del Sur pide horas de reposo. Andalucía es grande, inabarcable y extensa como un abrigo que se echa improvisadamente abierto sobre una cama por quien llega con prisas al hogar, porque Andalucía es tierra, refugio, posada, lumbre y calor, es olivo, choto, sardina, dulce de monasterio, playa, roca, monte y coto, es capital y barriada, extrarradio, periferia, centro histórico, muralla, museo, leyenda urbana, historia rigurosa y enciclopedia universal, es terma romana y baño árabe, piscina y alberca, marisma y rocío (del Cielo), es incienso de Oriente y lucernario de Occidente, almendro y cabello de ángel, matanza con maullido de gato desvergonzado, ceceo acompasado, luz de plata que nace en Almería y se echa a morir por Ayamonte, que por abarcar lo abarcamos todo, incluido el beso cotidiano con el otro continente. Es calor, mucho calor, agua que los romanos nos enseñaron a encauzar y tramas urbanas de calles umbrías que los moros nos legaron para mejor vida.

Andalucía de atardecida es olivo, ruinas que llora Rodrigo Caro, historias de bandoleros, caminos de arenas que piden peregrinos, desembocaduras de río que nos llevan a ultramar y sueños que nunca, nunca, se cumplirán. Nadie salvará a Andalucía, acaso su fe en la esperanza, su saber vivir al amparo de la luz, el sentido de lo trascendente, su entusiasmo en cada amanecida. Nadie tendrá nunca más poder que el que cada andaluz tiene sobre su propia vida en el marco de una existencia que es la suma de ocho provincias. Que no es autonomía, que son la junta, con minúscula, de ocho provincias, del orto al ocaso, del llano a la montaña, del adoquín y la cal, del agua de manantial a la fábrica de aguardiente, del esparto artesano a la industria del mármol. Extensa como un cochino abierto en canal, el mejor mapa ibérico de los posibles. Larga como la astucia de un trilero. Piadosa a su modo, atea a su estilo, que ni unos creen tanto ni otros tan poco.

Andalucía de atardecida es un óleo de sala alta que pide museo donde los turistas paran. Y se paran. Y ven el cochino despatarrado, el abrigo abierto, las playas saladas. Ven los manjares, las sonrisas, los campos, los bosques y las ciudades, las tahonas y los fogones, la luz del interior, de castillos y paradores, los santos con cofradías y los que no tienen congregaciones, ven nuestro potencial, nos dan consejos y hasta sus bendiciones. Todo lo ven y se van. Se queda Andalucía, de óleos y veladores. Y sentado en la atardecida sueñas que está de pie, ves una dama libre y joven con un futuro que depende de sí misma.

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