tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

El atributo de Higgs

LA que ha sido presentada como "partícula de Dios", que monseñor Martínez-Camino ha llenado de masa argumental, confirmando la preeminencia empírica, nos provoca la sensación de estar confiriendo peso de credibilidad -la credibilidad que damos a la ciencia- a un hecho que no entendemos… Tal vez con ello, sin saberlo, estemos aportando significado al bosón de Higgs, el hallazgo del Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN), calificado como el mayor descubrimiento de la física desde Newton a nuestros días, equivalente al ADN en la biología.

La prensa se esfuerza en explicar lo que para la mayoría no es comprensible. En ello se emplean simplificaciones divulgativas, como la que ayer exponía el físico Diederik Jekel, que definía el bosón como la fuerza externa a la materia que nos hace experimentar que algo es pesado o ligero. La explicación más celebrada, sin embargo, sigue siendo la del profesor David Miller, que, en 1993, le ganó una botella de la Veuve Clicquot al ministro británico William Waldegrave.

El bosón de Higgs, formulado como hipótesis en 1964, justificaba en parte la contribución del Reino Unido al CERN. Waldegrave quiso saber en qué consistía aquel misterio que sufragaban los contribuyentes y ofreció una recompensa simbólica a quien se lo hiciese entender. Miller lo consiguió, ganó la botella de champán y favoreció que, con el apoyo de Londres, se crease el mayor acelerador de partículas, donde se ha verificado el supuesto científico.

Miller construyó su metáfora a partir de la ex premier Margaret Thatcher, a la que situó en un encuentro con simpatizantes conservadores. Su llegada a la escena provocaría el movimiento admirativo y envolvente de los congregados y la consiguiente transferencia a la líder tory de energía, de peso político. Un peso que no era propiedad inmanente y continua, sino un valor relativo al entorno, un atributo dependiente. La Dama de Hierro era algo así como una partícula y sus simpatizantes el campo de Higgs. Salvando las distancias con la complejidad del mundo subatómico, la metáfora de Miller no se comprueba en todos los políticos. Es lo que podríamos llamar el secreto de Dios sobre el resplandor de la falsa energía.

En los códigos humanos existe una lógica que permite trasladar la experiencia de las ciencias exactas a la piel nuestra de cada día. Sin ir más lejos, en el ámbito cercano de la comunicación, la partícula de Dios son las audiencias, que atribuyen peso [credibilidad] a los medios, en un proceso que admite la reversibilidad, la pérdida de confianza, como podría ocurrir en España con una acelerada minoración del campo de Higgs en torno a los informativos de TVE.

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