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Crónica personal

Pilar Cernuda

En avión

LA disposición de Zapatero a confundir lo público con lo privado roza lo éticamente inasumible, pero el presidente se fuma un puro cuando le indican -porque se lo indican algunas personas de su entorno- que debe hacer diferencias claras entre los gastos relacionados con su cargo y los gastos particulares, y que no se pueden utilizar medios oficiales para asuntos que no tienen nada que ver con su agenda de trabajo.

Ya en las pasadas elecciones autonómicas y municipales Zapatero utilizó los Falcon oficiales para sus viajes de campaña, y ahora hace exactamente lo mismo. Jamás había ocurrido en tiempos de González, como tampoco en tiempos de Aznar, pero es evidente desde hace mucho tiempo que este presidente confunde la política de partido con la acción de gobierno, por no hablar de algo aún más grave, que confunde lo público con lo privado.

No muy lejos en la memoria está el viaje que hizo a Londres, en avión oficial, para llevar a sus hijas a un curso de inglés. A Guerra se le organizó un buen lío, con razón, cuando pidió un mystere en la frontera portuguesa para evitar la larga espera del ferry, con una cola kilométrica. Y Solchaga todavía tiene colgado el sambenito del "gratis total" con el que se trasladó a Baleares en la Transmediterránea.

En todos los gobiernos se han cometido algunas torpezas de ese tipo, pero una vez que se indicó que incluso los más altos cargos deben diferenciar sus responsabilidades públicas de las familiares, y los actos de partido de los actos de gobierno, todo el mundo ha corregido sus actuaciones inapropiadas. En algunos casos incluso se han disculpado por el mal uso de los bienes público.

Zapatero, sin embargo, utiliza los Falcon como si fueran taxis, y lo mismo le da que sean para hacer campaña que para un viaje de placer. Quizá con ese ejemplo, Solbes no ha dudado en poner a trabajar a funcionarios de su ministerio para que le den argumentos con los que rebatir las propuestas del PP.

Hasta ahora las campañas electorales de los presidentes de Gobierno las costeaban sus respectivos partidos, pero eso no va con un Zapatero que presume de austeridad y lo mismo manda hacer unas reformas en La Mareta que ascendieron a más de 120 mil euros que alega razones de seguridad para realizar sus viajes privados -y los de su familia- en aviones de la Fuerza Aérea. Se comprende que con un candidato así estén tan satisfechos en el PSOE: su campaña no les cuesta un duro, los costeamos todos a través de los Falcon. Y también las de sus ministros.

Los españoles han asumido que los presidentes utilicen a menudo las residencia oficiales para sus vacaciones, entre otras razones para garantizar su seguridad. Pero recurrir a los aviones del ejército para viajes privados o electorales ya es otro cantar.

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