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La belleza de la derrota

CUANDO estas líneas llegaron a la rotativa del periódico se estaba emitiendo, al otro lado del charco, el último capítulo de Friday Night Lights. No nos hace falta verlo para asegurar que se trata de una de las mejores series de la última década, un drama redondo difícil de describir, porque en apariencia es de lo más simple del mundo. ¿Qué extraña razón hace que FNL haya cautivado a los críticos y seriófilos de medio mundo? En apariencia, con un vistazo muy superficial, la calificaríamos como una americanada más para adolescentes. Craso error. No, no es una serie sobre fútbol americano y un instituto. Tampoco sobre las bondades del deporte, la miel de la victoria y la hiel de la derrota. En realidad, puede que FNL sea la serie que mejor ha retratado, sin exageraciones ni dramas fáciles, el impacto de la crisis en la clase media. Y lo que vale para el ficticio pueblo tejano de Dillon también sirve para Andalucía.

Friday Night Lights también nos ha mostrado como nadie un amplio abanico de modelos familiares enfrentándose a los problemas reales de la vida diaria. Alrededor del nucleo del matrimonio Taylor, la mejor pareja de la televisión y encarnada por los magníficos Kyle Chandler y Connie Britton, hemos compartido la lucha de un quaterback abandonado por su madre, criado por su abuela y con su padre en la guerra de Iraq, de un impetuoso, rebelde y autodestructivo Tim Riggins saliendo adelante solo o con su hermano, la titánica pelea diaria por escapar del guetto y los estereotipos de dos atletas negros, los problemas de identidad de la sex symbol del instituto escondiendo su enorme inteligencia, la conquista de la seguridad en sí mismo del más empollón, los líos de faldas del fidelísimo amigo del entrenador Taylor, el imprescindible Buddy Garrity... FNL no es una serie sobre fútbol americano. Tampoco sobre el deporte y sus mensajes, que también. Es sobre la vida real, en la que no todo son victorias épicas en el último segundo. Lo habitual en la vida es perder. Y lo más importante es levantarse para seguir luchando. Vale para el juego, la crisis, los estudios, el trabajo y para tu matrimonio. Por eso, cuando escucho a Cristiano Ronaldo o a algún cretino decir que no le gusta perder ni a las canicas, en lo que viene a ser una justificación estúpida de alguna patada indigna, escupitajo o demostración adicional de su nula educación, cuando se trata de ídolos juveniles que deberían recordar su enorme responsabilidad, siempre me viene a la cabeza FNL y su bella exaltación de que la esencia de la victoria, en realidad, reside en cómo reaccionamos ante la inevitable derrota.

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