¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El bello CAAC

Más allá de su ampliación, la asignatura pendiente del CAAC sigue siendo su conexión con los sevillanos

Hace unos años entrevistamos a Guillermo Pérez Villalta en su casa de la Alfalfa. Era un hombre enfadado con el mundo y no dejó de sorprendernos su amargura, más teniendo en cuenta que era alguien que había tenido un considerable éxito en su carrera artística. Probablemente todo se debía a su manera de ser. Un carácter es un destino, como se dice que dijo Heráclito. En el memorial de agravios destacó el feo que le había hecho el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), al que le había donado 2.000 obras que "permanecían almacenadas". También se quejó de que el Centro ni siquiera había editado un catálogo de la exposición que se había montado con este legado, Souvenir de vida, en 2013. Y ya saben, una muestra sin catálogo es como un banquete de homenaje sin vino. Es decir, un bluff. Más allá de este caso, lo cierto es que el CAAC lleva años funcionando al trote corto, en gran parte debido a sus penurias económicas y espaciales y a una gestión que no siempre ha sabido implicar a los colectivos que agrupa el sector (artistas, galeristas, críticos, profesores, coleccionistas, animadores culturales...).

La Consejería de Cultura anuncia ahora la ampliación del CAAC gracias al impulso de un viejo proyecto: la incorporación del que fue el Pabellón del Siglo XV en la Expo 92. La consejera Patricia del Pozo, en un arrebato de megalomanía muy propia del ramo, no ha dudado en decir que "tras esta reforma, cuya finalización está prevista para diciembre de 2022, el CAAC será el mayor centro de arte contemporáneo de España, sólo detrás del Reina Sofía", como informaba el compañero Paco Camero. Más allá del entusiasmo y la venta de motos, la gran asignatura del CAAC sigue siendo un objetivo mucho más modesto y local: conectar con los sevillanos e, incluso (ya que está de moda decirlo), con los turistas. Se suele decir que la ubicación del Centro en una isla fluvial genera una barrera física y psicológica que perjudica la llegada de visitas. Sin embargo, es precisamente esta ubicación uno de los grandes valores de la institución. De hecho, el CAAC, producto de la restauración del complejo Cartuja-Pickman, realizado por un iluminado José Ramón Sierra, es uno de los lugares más hermosos por los que se puede pasear en Sevilla. Más que Triana o Santa Cruz. Si la Junta quiere aumentar las cifras de visitantes (a veces infladas con los conciertos) debería empezar por cantar y vender sus bondades más comprensibles: los claustros antiguos, los sepulcros genoveses de los Ribera, los hornos de Pickman, el jardín-huerto de los cartujos, la arquitectura moderna de Sierra... A partir de ahí, seguro que algunos legos empiezan a interesarse por sus contenidos de arte contemporáneo, muchos de los cuales son de gran interés y también suponen una riqueza desconocida para los sevillanos.

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