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Qué bello es vivir

Huir de ella con un suicidio o la eutanasia es un síntoma de rendición ante nuestra propia mente

El valor de la vida se empieza a cuestionar cuando hay vivencias que hacen que cada día te pese cual losa sobre los hombros. Caminas con la cabeza baja y los ojos llenos de oscuridad. En cambio, si te cuestionas las ganas de vivir mientras te sientes contento, eres valorado, admirado y todo te va bien, la vida te resulta bonita. La vida, vista desde un punto objetivo, es una auténtica belleza. Un formidable misterio. Caer en el tópico de que es un milagro lo veo tan acertado como decir que surgimos de una fortuna radicada por la suerte de la mutación de amebas. Da igual. El cuerpo humano es sensacional. El tiempo que estamos en el mundo también lo es por el cúmulo de misteriosas casualidades que la hacen más o menos perdurable.

La vida es como es. No tiene muchos secretos. Lo que sucede es que a veces nos empeñamos en querer cambiarla cuando nos sorprenden lo que llamamos azotes. Si eres un afortunado por tener salud, buena familia, amigos, dinero o posibilidades de viajar, comer en restaurantes y comprarte ropa de moda es sinónimo de tener una buena vida. Aquellos que viven en niveles económicos y sociales más bajos pueden sentirse, claro está, felices o no, por esas carencias. La enfermedad, que a todos nos une, así como la muerte, no es una sorpresa. Pero sí es una sorpresa que cada día, cada noticia nos pueda romper el camino que nos habíamos marcado. En cuanto la vida nos pone una enfermedad a deshoras, nos parece injusto, una desgracia. Caemos en la pena durante todo el tratamiento y revivimos con la buena notica al lograr la recuperación. Si, por el contrario, la enfermedad determina que una persona no ha de vivir, nos unimos insultando a la vida por su injusticia. Es parte del ser humano reaccionar con distintas emociones.

Como lo es, también, que debemos aceptar la vida como es, saber vivirla con sus sabores y amarguras. Depende de nuestra fortaleza espiritual y la capacidad de saber que todo es para bien. Huir de ella con un suicidio o la eutanasia es un síntoma de rendición ante nuestra propia mente, nuestra propia razón de ser. ¿Somos dueños de una vida regalada? Pues sí, porque somos responsables de cómo la construyamos cada cual. ¿Es ético, moral suicidarse o decidir querer morir cuando tenemos dolores terribles o cuando sabemos que nuestra enfermedad es definitiva? Es una cuestión que se plantean quienes piden la eutanasia, que puede nacer del agotamiento de vivir, de sufrir, de amar a quien se va apagando, irremediablemente, como una vela. Así es la vida.

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