Jornada de puñetazo en la mesa, de rotunda protestación de fe verde, blanca y verde. Beticismo enardecido en la calurosa tarde heliopolitana porque al fin ve que su club del alma navega por aguas bonancibles, muy lejos de aquellas turbulencis que jalonaron la travesía de un desierto que parecía interminable. Fue un plebiscito multitudinario en la llegada de un futbolista de elite que ha despertado una montaña de fiables expectativas.

Con la llegada de William Carvalho se constata la mejoría del Betis a la hora de salir de compras. Y eso no es fruto de la casualidad, ni mucho menos. Y en este verano de vino y rosas se me viene a la memoria cuando se puso en duda la posibilidad de que le cogieran el teléfono a Lorenzo Serra. Y está demostrando el chamán balear que no se le da nada mal el uso telefónico, pues lo cierto es que gran parte del estado anímico del beticismo lleva su nombre y sus apellidos.

Paralelamente a este cúmulo de gestiones que tanto deben mejorar el potencial del equipo, en la parte ejecutiva también se observa una subida de nivel indudable. Eso de que el Real Betis Balompié entre como miembro de la Comisión Delegada de LaLiga es la confirmación de que la consolidación en las alturas también es un hecho irrefutable. Pero hay que redundar en cómo los béticos que acudieron en masa a Heliópolis aguantando a pleno sol llevan la ilusión por bandera.

Sumiéndonos en el proceloso túnel del tiempo parecía que este momento no iba a llegar, pero ha llegado cuando tenía que llegar, justamente cuando los dirigentes decidieron no escuchar más insidias anti Serra. Y el gozo no se ha hecho esperar y ha sido por tercera vez las que ese balear bajito y ya sin bigote ha vuelto al Betis como un calcetín y como con prisas, a la primera. Veíamos ayer cómo rugía el Villamarín y no dejamos de pensar en cómo será eso cuando haya puntos por medio.