Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Lo que bien acaba

La rehabilitación de las Atarazanas va a ser posible por la determinación y paciencia de la Fundación La Caixa

Vaya por delante una afirmación que sirve para entender algunas de las cosas que han pasado durante las tres últimas décadas en torno a la restauración y puesta en uso del edificio de las Atarazanas, una de las muestras mejor conservadas de arquitectura civil medieval que hay en Europa: las obras son ya una realidad y hay un horizonte de tiempo razonable para su finalización porque una entidad privada, la Fundación La Caixa, ha demostrado tanta determinación como paciencia y ha mantenido contra viento, marea, desidias administrativas e incompetencia el compromiso que adquirió con Sevilla en 2011. El proyecto primero de la fundación fue promover una ambiciosa rehabilitación, diseñada por el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra, para instalar allí el Caixafórum y abrir las instalaciones a la ciudad. Cuando las polémicas y las trabas de todo tipo fueron retrasándolo sin fecha, la entidad, con pragmatismo más catalán que sevillano, decidió no esperar más y llevarse el Caixafórum a la entonces recién estrenada Torre Sevilla, donde hoy es un elemento importante en la dinamización de esa parte de la ciudad.

Pero la fundación entendió que había contraído un compromiso con Sevilla y mantuvo firme su aportación económica para hacer posible la adecuación de las Atarazanas para usos culturales. Todavía tuvo que esperar una década más mientras se sucedían las polémicas de todo tipo y la Junta de Andalucía entraba en modo pasivo. Si no hubiera sido por la actuación de La Caixa, las Atarazanas tenían todas las papeletas para convertirse en algo similar a la eternamente aplazada ampliación del Museo de Bellas Artes. Eso lo saben perfectamente muchos de los que fueron el pasado martes a la calle Dos de Mayo para hacerse la foto del inicio de las obras.

Apliquemos el viejo refrán de que bien está lo que bien acaba y alegrémonos de que hoy estemos hablando de una realidad y no de una entelequia. Y hay que alegrarse también porque el desbloqueo de las Atarazanas coincida con un momento dulce en la ciudad, en el que lo de empezar la línea 3 del Metro va en serio, la Gavidia y Altadis van a dejar de ser mamotretos que crían ratas e incluso avanza, aunque a paso de tortuga, la ampliación del puente del Centenario.

No hay que echar las campanas al vuelo, pero parece como si de pronto a Sevilla le hubiera entrado prisa por poner su reloj en marcha y dejar atrás lo antes posible los dos terribles años de pandemia que hemos atravesado. La ciudad se sacude la parálisis y eso hay que celebrarlo, aunque a veces nos tengan que enseñar el camino porque nosotros no somos capaces de encontrarlo.

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