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Charo Ramos

chramos@grupojoly.com

Las biosegadoras de san Jerónimo

La colonia de ovejas de raza churra lebrijana que cuida Ecologistas en Acción es el gran atractivo del parque

Ya hemos comentado por aquí que al Huevo de Colón le siguen faltando placas de bronce hurtadas por pícaros sin alma que menosprecian el arte megalómano de Zurab Tsereteli y prefieren su desguace. Pero no hemos hablado lo suficiente de cuánto le deben nuestros valores bioquímicos y la operación bikini a los trayectos que tienen como meta la gigantesca estatua junto al meandro de San Jerónimo.

Caminatas y carreras por este margen del río componen una oda a la salud compartida con piragüistas, remeros e incluso con esas hileras de pescadores que, los fines de semana, integran todos los perfiles de esta ciudad cosmopolita pues no faltan ya familias asiáticas pertrechadas con la caña, los cebos y mucha paciencia.

Distracciones abundan en el camino al Huevo de Colón, pero quizá el hito más divertido aguarde al llegar al parque de San Jerónimo, donde se puede saludar a la colonia de ovejas biosegadoras, un rebaño de ovejas churras lebrijanas que cuida Ecologistas en Acción. La raza, en peligro de extinción y cuyo hábitat eran las marismas del Guadalquivir, es célebre por su carácter bronco aunque las de San Jerónimo se han aclimatado a las costumbres locales y cultivan ya una mezcla de guasa y malaje. Se las identifica a lo lejos por el olor a boñiga y, de cerca, por la lana fibrosa y basta que las recubre.

Las vemos pelear por el último rincón de hierba en esta primavera de sequía, convertidas en el atractivo infantil de la zona. También aquí cada uno interpreta cómo quiere qué significa el ser una raza amenazada y, pese a la vigilancia, muchos padres vacían bolsas de pan ante el regocijo voraz de las churras lebrijanas y, sobre todo, del carnero mayor del rebaño. Quizá vaya siendo hora de poner un cartel que diga que sólo deben comer el pasto, los almajos y las podas que les facilitan los ecologistas y jardineros del parque para no perder su condición biosegadora.

La oveja churra lebrijana es una de las razas autóctonas de Sevilla, ligada a la elaboración de esa lana que rellenaba los colchones de nuestros abuelos y amenazada justamente por su improductividad en tiempos de látex y material viscoelástico. La Diputación de Sevilla ha sido su gran protectora y a ella se debe que esta camada llegara a San Jerónimo. Leemos en la prensa que se estudian planes para incentivar su crianza. Ante la ausencia de un comité sindical de la churra lebrijana no podemos saber cómo sentará al ganado el regreso al mundo del trabajo pero, por si acaso, convendría que se las dejara de sobrealimentar y el pan se reservara para los patos del río, que estos días de primavera andan muy distraídos con el celo y hasta han perdido el apetito.

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