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Coge el dinero y corre

fede / durán

De la bofetada al aplauso

OBVIEDAD repetida: las reformas laborales no generan empleo per se. Crítica dual: ni Zapatero ni Rajoy consiguieron con sus modificaciones mejorar sustancialmente el marco normativo en el que los trabajadores españoles se desenvuelven. Realidad comparada: la flexibilidad es nuestro talón de Aquiles frente a la Europa rica y los EEUU. Alternativa torpedeada: el autoempleo es demasiado caro. Un autónomo paga en exceso a Hacienda y encima hace de recaudador del IVA antes incluso de cobrar las facturas (esta barbaridad todavía no ha sido corregida). Factores colaterales: el crédito no fluye, ergo las empresas no invierten ni contratan (uno). Los costes laborales -aquellos en los que incurren las compañías por el uso del factor trabajo- encadenan tres años de descensos, circunstancia que permite al país ganar competitividad en las ligas internacionales (dos). El salario medio anual se situó en 22.900 euros en 2011, según el INE, con un repunte interanual del 0,5%, menor al del IPC (tres). En España hay 6,2 millones de parados, cuatro millones más que a inicios de 2008 (cuatro). Corolario a la colateralidad: desde 2010 y hasta la fecha, el asalariado español ha perdido poder adquisitivo; la bolsa de la exclusión social amenaza con un reventón; la demanda interna huele cada día más a muerto; las empresas nuevas debutan y se arruinan con insoportable levedad; el talento joven hace las maletas; los impuestos a las rentas del trabajo y el consumo suben (y suben, y suben); y la precariedad arraiga con el aval del ejemplo alemán, donde casi siete millones y medio de profesionales malviven con infraempleos.

Una masa creciente de intelectuales de lo laboral recuerda al Gobierno que, pese a todo, el bastidor legal adecuado permitiría sanear rápidamente el mercado de trabajo cuando la crisis de hoy se una a la del 29 en las vitrinas del pasado. Opciones con mayor predicamento: tres tipos de contrato, el de los jóvenes (aprendizaje), el de los interinos (sustitución) y el de los convencionales, donde se eliminaría la bipolaridad temporal-indefinido. Un doble sistema de indemnización por despido (procedentes-improcedentes) que estaría muy por debajo de las cifras que se pagan actualmente. Simplificar los incentivos fiscales. Vincular las prestaciones por desempleo a un verdadero mecanismo de formación y reciclaje donde lo público y lo privado tendrían que ir de la mano. Derribar y rehacer las agencias de colocación de las administraciones hasta convertirlas en una herramienta eficaz. Fomentar (de verdad) el emprendimiento, casi desde la cuna, para que nuestros chavales no sueñen con ser funcionarios sino con emular a tipos como Steve Jobs. Revisar el funcionamiento de los sindicatos y las patronales, adaptándolos al siglo XXI y forzándolos a autofinanciarse. Ser, en definitiva, una nación nerviosa, dinámica, creativa y sin más burocracia que la estrictamente necesaria, una nación donde la mano del Estado aliente en vez de abofetear.

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