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HASTA ahora los sesudos analistas y expertos en todo lo han tenido relativamente sencillo para detectar la recuperación económica: mirar los datos de ventas de coches. Quizá desde este justo momento deban poner la vista en otra cifra para detectar un atisbo de los brotes verdes que seguirán de por vida a la ex vicepresidenta Salgado allá por donde vaya: la del consumo diario de televisión/persona en España. En abril este particular índice escaló hasta los 254 minutos, lo que traducido al cristiano arroja 4 horas y 14 minutos. Un récord histórico para un abril y, de paso, una auténtica barbaridad.

La marca batida es el resultado directo de una crisis económica que no se va ni echándole Zotal. La gente sabe que la televisión es posiblemente el ocio más barato que existe, imbatible ante internet o el cine. Si uno anda en paro y sale a la calle, saca la cartera, se rasca el bolsillo y consume. Si uno se queda en casa tumbado ante el sofá y la televisión, consume lo imprescindible que encuentra en la nevera. ¿Adivinan cuál ha sido la comunidad autónoma donde su población vio más televisión que nadie durante el pasado mes de abril? Por supuesto, Andalucía, que para algo y a su pesar encabeza la tasa de paro nacional, europea y de la vía láctea. Los andaluces se chutaron de media y como quien no quiere la cosa hasta 272 minutos de tele cada día del mes pasado y, ya puestos, dieron medio punto extra de cuota de pantalla a su Canal Sur Televisión.

Por lo demás, en abril Telecinco y La 1 registraron un empate técnico como cadenas más vistas al lograr una cuota de pantalla del 13%, aunque en el fotofinish la privada adelantó a la pública en 3 milésimas. Las audiencias acentúan aún más si cabe el avance implacable de la fragmentación y el liderazgo de los informativos de La 1.

Cambiamos ahora tercio porque en la plaza televisiva siguen cayendo las almohadillas sobre el Gobierno por su decreto para elegir presidente de RTVE sin necesidad de consenso con el PSOE. Como las hemerotecas no las carga el diablo, echamos la vista atrás para comprobar cómo fue elegido a finales de 2008 el actual director general de la RTVA, Pablo Carrasco. El directivo malagueño accedió al cargo en la tercera votación del Parlamento andaluz, sólo con los votos de PSOE e IU y con el rechazo del Partido Popular. Nada de consenso tan reclamado ahora en la primera y de momento última vez que la cámara autonómica eligió al mandamás de la tele pública, gracias a una ley promulgada por el Gobierno de Manuel Chaves. Carrasco relevó en la RTVA a Rafael Camacho, quien fue durante años portavoz del ejecutivo socialista andaluz. Sobran las palabras y faltan independencia y, sobre todo, memoria.

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