INNUMERABLES han sido las caminatas por un paraje paradisíaco que antier tarde se tiñó de luto. Incontables esas marchas que empezaban en Los Bateles y llegaban hasta donde permitía la marea. Solo o en compañía de otros, la cita matinal con eso que ahora llaman running y que sirve para mantener los niveles orgánicos en su sitio. Durante la estancia conileña, llegar caminando hasta la punta donde se halla el faro era la primera tarea del día. Los Bateles, la Fontanilla, el Roqueo, Fuente del Gallo y volver era el itinerario nuestro de cada día. Hoy se me encogen los adentros pensando en esa mujer linense que iba con su gente bajo el acantilado sin pensar que una de esas rocas colgantes iba a matarla. Se trata de un acantilado protegido por mallas en algunos sectores y en otros no, pero un lugar paradisíaco que nos ha sorprendido con una broma macabra.
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