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El balcón

Ignacio / Martínez

La 'bromita' del plátano

AMIGOS del joven castellonense que el domingo tiró un plátano al defensa del Barça Dani Alves se han manifestado indignados con la sanción del Villareal: retirarle su carné de socio y prohibirle la entrada en el estadio. Les parece una barbaridad. Un servidor opina lo contrario, que es oportuna la decisión del presidente Fernando Roig. Hay que cortar de raíz cualquier brote de violencia. Para sus allegados la acción de este sujeto no es más que una broma, una chiquillada; a lo sumo una gamberrada. El propio interesado sostiene que no es racista, que fue sólo el impulso del momento. No es creíble: hace falta premeditación, para comprar plátanos y llevarlos al campo, antes de dejarse llevar por el impulso de tirarle uno a un jugador negro. Es un reiterado divertimento de buen número de descerebrados en los campos de fútbol: llamar monos a los jugadores negros y hacer sonidos alusivos ("¡uh! ¡uh! uh!"). Violencia se llama eso.

El gesto de Alves se ha sabido después que estaba ensayado. Una agencia de publicidad brasileña había preparado una campaña para que Neymar protestara contra el racismo, tras los insultos que recibió en el derbi contra el Español. Pero Alves estaba al tanto, se presentó la oportunidad y la aprovechó. Y Neymar fue el primero que colgó en Twitter una foto con un plátano en la mano, su hijo a su lado con un muñeco que simbolizaba otro plátano y el hashtag #somostodosmacacos. A partir de ahí se inició un efecto dominó por todo el mundo de demostraciones contra la xenofobia.

Este fenómeno racista no es nuevo, ni exclusivo de España. En vísperas del Mundial de 1998, el dirigente ultraderechista Jean Marie Le Pen protestó airadamente porque en la selección francesa de Jacquet había una minoría de jugadores blancos. Le Pen se comió sus palabras: magrebíes como Zidane, negros como Thuram y blancos como Blanc ganaron el Mundial y se pasearon por París vitoreados como héroes por la multitud. El problema empieza con el fanatismo de hinchas que quieren ganar a cualquier precio, incluido el amedrentamiento del adversario. Los propios jugadores del Barcelona han aplaudido a Alves y censurado los insultos racistas a sus jugadores mestizos, pero ninguno amonestó a Busquets, cuando hace tres años llamó mono a Marcelo, jugador del Real Madrid.

Los presidentes de clubes importantes han cortejado a sus ultras. En el Madrid, lo hizo Florentino Pérez y también Mourinho con los Ultrasur. Laporta pactó en sus inicios con los Boixos Nois del Barça para después romper con ellos, y en el Atlético de Madrid varios presidentes ayudaron al Frente Atlético hasta convertirlo en un problema. En diciembre del 98, un grupo de radicales atléticos del grupo afín Bastión atacó a seguidores de la Real Sociedad y mataron a Aitor Zabaleta, de 28 años. Estas cosas hay que cortarlas de raíz. El castigo a la bromita del plátano no es ninguna barbaridad.

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