NO lloren por la carencia de una colección de pintura andaluza de Tita Cervera. El apellido Thyssen es aquí sólo un reclamo. Ni uno solo de esos cuadros es mejor que los de las salas del siglo XIX del Museo de Bellas Artes de Sevilla. Los compró la quinta esposa del barón Thyssen cuando ya había poco bueno en circulación. Donde la marca Thyssen equivale a maravilla es en Lugano y en Madrid, donde están los que ansiaba el magnate del acero y el armamento. Más nos vale preservar y perpetuar muchísimo mejor el patrimonio que genera la propia Sevilla, así como ejercer sin complejos el rol de capitalidad cultural para adicionar más patrimonio que sea verdaderamente enriquecedor, por bueno y por distinto, del que ya tenemos a la vista o escondido.

Es el Museo de Bellas Artes la marca a potenciar y sus fondos los que aprovechar con la ampliación al Palacio de Monsalves, que sigue a paso de tortuga para escarnio general. Y cerrar el acuerdo con Mariano Bellver, que ofreció su colección de pintura sevillana dos años y todavía se marea la perdiz. Más que puede liarse porque Zoido comenta que lleva meses hablando con dicho coleccionista y le pide al alcalde que ni se acerque a él. Una barbaridad porque no tiene atribuciones desde la oposición para pactar lo que le compete al gobierno local, por muy torpes que sean sus miembros.

No se obcequen con la Thyssen. Si Sevilla busca un pelotazo con arte ha de lograr que Cayetana de Alba firme un acuerdo para que traslade desde el Palacio de Liria en Madrid hasta Sevilla toda o parte de la colección pictórica de la Casa de Alba, una de las mejores privadas del mundo, como se verá el próximo año en el Bellas Artes. Y abrir a la ciudad el Palacio de las Dueñas, un lugar de ensueño. Ambas cosas mediante un patronato creado entre la familia y la Consejería de Cultura, al estilo del Museo Picasso en Málaga.

La apuesta buena es por la duquesa, no la baronesa. Y si hace falta, que Curro Romero eche un capote en la negociación.