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Antonio zoido

Historiador

Las buenas intenciones

La marginación de la UE de las fincas de los toros de lidia puede suponer el fin de la dehesa

No se sabe bien si aquello de "el infierno está empedrado con buenas intenciones" hay que adjudicárselo a Bernardo de Claraval (San Bernardo) que tuvo un papel destacado en la economía de Europa (y de España) en la Edad Media. En todo caso viene a pelo para reflexionar sobre lo que ha hecho el Parlamento europeo al dejar sin ayudas a las explotaciones agrícolas que se dediquen o tengan relación con la cría de toros de lidia.

Independientemente de los argumentos dictados desde esa medida desde el sentimiento, hay un capítulo de la Historia de España que ilustra lo de los mejores propósitos convertidos en piedras infernales: es el que trata de las medidas que, tomando a Francia como modelo de España, la Casa de Borbón y sus gobiernos pusieron en práctica en el siglo XVIII para primar la agricultura a costa de postergar la ganadería.

Aunque quienes las dictaron fueran hijos del racionalismo de Descartes, ninguno, al parecer, se preguntó entonces por qué Andalucía había sido, desde tiempos remotos, un territorio eminentemente ganadero, ni nadie pensó que el clima y la pluviometría de la cuenca del Guadalquivir eran muy distintos de los de la del Sena o del Loira. El caso es que, a partir de ahí, la España sureña comenzó a quedar rezagada y, por eso, ante la necesidad de hallar modos sui génerisde subsistencia, nació la Corrida de Toros Moderna y el mismo "toro moderno" (el que describe Pepe Illo), o sea el toro bravo que sustituía al salvaje, no apto para el espectáculo.

Comenzaba así un larguísimo período en el que hubo que "inventarse" ese animal echando mano con espíritu ilustrado de unas leyes genéticas aún por descubrir (quedaba casi un siglo para que naciera Gregor Mendel), las empresas que lo produjeran, las ganaderías y - poco a poco- su enclave específico, la dehesa: un millón y cuarto de hectáreas poco aptas para la agricultura pero muy buenas para la ganadería, de las cuales el toro de lidia ocupa casi 150.000 (y otro tanto o más en Extremadura, Salamanca, Toledo…). En gran medida ese territorio no forma parte de la España vacía gracias, precisamente, a esa actividad económica.

El Parlamento europeo no es la línea segundona de la familia del Rey Sol pero, en esta ocasión, se le ha parecido bastante. Ni siquiera se ha parado a pensar si esa fiesta, que forma parte de la idiosincrasia de esta piel de toro y ha generado economía, artesanías, oficios, cultura, literatura, pintura, escultura, arquitectura, música, teatro, cine… podría ser objeto de una recreación o reforma: ha tirado, llevado por la buena intención, a matar.

Lo de menos es que ese órgano (que todavía no se sabe si es chicha o limoná), haya vuelto a orillar a Andalucía tres siglos después de aquella decisión del despotismo ilustrado. Lo de más es que, de nuevo, la inconsciencia, la banalidad y el olvido de Descartes y la Ilustración puedan llevar a la desaparición de la dehesa en Andalucía y en territorios limítrofes, a la de una especie animal y al ensanchamiento del cráter de la España Vacía. En resumen: puede que Europa se haya pegado un tiro en el pie.

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