TRAS la memorable tormenta del sábado por la tarde, la tregua meteorológica; después del fantástico concierto de truenos con su consabido acompañamiento de relámpagos sobrecogedores, el sol y las calles llenas de gentes que van y vienen camino de las rebajas. Pero este tiempo de crisis, antes llamado desaceleración, nos trae una imagen que es como una especie de retrato psicológico de la cosa y es que tanta multitud no va en consonancia con el número de bolsas llenas. Es como una multitud de manos o bolsas vacías en la que se enquistan personas que sí llevan el signo de la compra en sus manos. Recuerdo que la primera vez que traspasé el Telón de Acero me llamaron la atención dos cosas, la tristeza en la mirada de la gente y que todos llevaban una bolsa vacía por si había ocasión de llenarla con algo. Aquí aún no hemos llegado a tanto, pero que el ruido es superior a las nueces ¿quién lo niega?