Nada que ver lo que reflejaba el electrónico con lo que ocurrió en la yerba de Villarreal. Un doloroso 5-1 que sabe especialmente cruel por las circunstancias que rodearon a este pleito tan importante. Pero no caben excusas ante una manita que humilló a un Betis que duró lo que tardó el VAR en arruinarle la noche. Ese penalti cuando mejor jugaba el Betis fue determinante, pero las deficiencias defensivas no tienen excusa posible.

Un problema atávico que persigue al Betis desde tiempo inmemorial iba a penalizarle una buena primera parte. Cuanto todo se ve equilibrado, cuando las idas y venidas corrían por partes, un saque de esquina al corazón del área para que un rival emerja en solitario y cabecee a la red. Es Ekambi el que acierta ante un Canales desubicado y un Carvalho sorprendido, por lo que al descanso se llega con ventaja local cuando podía haber pasado lo contrario, cualquier cosa, o sea...

Y es que ha aparecido en Villarreal un buen Betis que no merece irse al descanso en desventaja, pero las heridas que abren Álex Moreno y Pedraza por su costado no culminan en nada que merezca la pena y cuando más daño amaga sobre Asenjo llega ese problema atávico de un balón aéreo mal defendido que estropea la noche. Pero es un buen Betis que empata no más se reanuda el pleito, aunque la noche tiene todavía mucho recorrido y, por cierto, nada favorable.

Un lance desapercibido en el borde del área propia lo rescata el VAR para que el Villarreal enderece definitivamente la noche. Un penaltito de Bartra en la frontera del área destroza a un Betis que ha podido marcar en varias ocasiones, pero que se ha estrellado en la buena actuación de Asenjo. Era éste un partido clave para que los objetivos béticos dejasen de ser utópicos, pero lo cierto es que goles son amores y la derrota de anoche fue de una crueldad supina.