Vive ya el Betis en los jereles de Montecastillo, vivaquea el Sevilla al frescor del Algarve, se consterna el bético por el relevo del utillero, espera Nadal a Tsonga tras haberse quitado de encima ese grano llamado Nick Kyrgios y se devana los sesos el aficionado con el calendario de la Liga inmediata. Noticias todas de calado similar, mientras se ultiman detalles para que Pau López cambie la verde, blanca y verde por la de Rómulo y Remo.

Avanza julio, los fichajes del Sevilla cayeron en cascada, el Atleti hace saltar la banca pagando lo que no está en los escritos por un joven talento portugués sin que cambie su discurso victimista el gran Diego Pablo Simeone, El Cholo en el mundo. Paralelamente, la hagiografía blanca, ese aparato publicista sin fechas en rojo en el almanaque, se alarma porque el Barça amaga bancarrota, que a este paso ni siquiera está seguro el futuro del Camp Nou y de La Masía.

Son datos de interés al calor de este bonancible julio, pero de todo lo que pasa, nada como el demoníaco calendario liguero. Asimétrico a conveniencia del interés general, dicen, resulta que de tan asimétrico como ha visto la luz, resulta que es de todo punto estrafalario. Por ejemplo, si el Betis empieza y acaba con el Valladolid, por qué el Sevilla arranca en Cornellá y remata la faena recibiendo al Valencia en Nervión. O sea que más asimetría no parece que sea posible.

Eso de que no cambien las jornadas en bloque no creo que ayude a la debida comprensión del programa. La vida siempre se guarda encrucijadas plagadas de sorpresas, pero ésta es de las gordas. Le llaman asimetría a barajar los partidos, nada por aquí, nada por allá y a quien Dios se la dé que San Pedro se la bendiga. La cuestión es meter la manita en aras de algo que a rebufo de la innovación y del presunto interés general, sólo presunto, rompe en una gran majadería.