La ciudad y los días

carlos / colón

El callo catalán

UN callo no mata, pero amarga la vida y dificulta o hasta impide caminar, es decir, avanzar. En ocasiones, afortunadamente raras y ligadas a otras dolencias más serias, el callo puede llegar a producir infecciones que ponen en peligro la salud. Sobre todo cuando se aplican remedios caseros en vez de acudir al podólogo y se ignoran determinados síntomas insistiendo en caminar dando cojetás.

En España venimos andando a cojetás a causa del callo catalán desde hace tres siglos. Sólo deja de molestar cuando hay dictadores. A la alta y media burguesía nacionalista catalana no le fue del todo mal con Primo de Rivera y con Franco. Estúdiense no sólo las represiones, sino también las inversiones en Cataluña. O cómo se desmantelaron industrias en otras partes de España para eliminar la competencia. Sufrieron la dictadura como todos los españoles, pero se beneficiaron más que otros -nosotros, por ejemplo- de ella.

A más democracia, descentralización y libertades, más molesto se vuelve el callo catalán. Duele cuando no le aprieta el zapato y se calla cuando le aprieta. Así son las cosas. Le amargó la vida a los dirigentes de la II República (lean lo que Azaña escribe en sus diarios sobre él) y se la están amargando a los de nuestra actual, relativamente joven y descentralizada democracia.

El consejero catalán de Cultura ha dicho que España es una "anomalía histórica" perdida en su propio laberinto desde 1714, víctima de un modelo de Estado "autoritario y jerárquico" que niega los derechos democráticos a los catalanes. Pese a ser titular de la cartera de Cultura no ha dudado en pisotear, pintarrajear y pintar muñequitos en las páginas de la Historia definiendo la Guerra de Sucesión como un enfrentamiento entre el "absolutismo" y un "republicanismo monárquico" catalán. Tras afirmar que el "autoritario" Estado español "niega los derechos democráticos de los catalanes", concluyó que sólo se pueden oponer a la creación del Estado catalán "los autoritarios, los jerárquicos y los predemócratas o los que confunden España con su finca particular". Y lo peor de todo es que no estaba bebido y no era un monologuista imitando a un nacionalista majareta, sino que estaba sobrio, sabía lo que decía y se trataba del consejero de Cultura. Abandonad toda esperanza. El callo seguirá dando por saco y nosotros cojeando. Solo cabe esperar que no abra una herida y provoque una gangrena.

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