LOS bolos de verano son como esas paellas-engrudo de color amarillo brillante que devoran los guiris a las siete de la tarde. O como esas muñecas hinchables que nadie tiene pero que fabricar, se siguen fabricando. Un quiero que siempre será un no puedo.

¿Cómo va a ser fútbol ese engendro en el que el cronista pierde la cuenta de las sustituciones, el árbitro suele ser un lugareño afín a uno de los rivales y los futbolistas, medio muertos por las palizas físicas de las mañanas, abren la boca en pleno juego como besugos recién pescados? Las mejores noticias de esos ensayos, en mi opinión, es que no haya lesionados.

Ni Betis ni Sevilla destilan muchas alegrías en sus exámenes. Pero en este tiempo de trampantojos, las sensaciones positivas para los aficionados no siempre coinciden con las de los cuerpos técnicos. Los profesionales, en el fútbol de hoy más aún, manejan concienzudos datos que muchas veces los llevan a una actitud más serena que la del aficionado medio, que se deja guiar por el pálpito. Ayer, gente molesta por no ver el Brighton-Sevilla se animaba a criticar, acto seguido, la actuación de Coke como medio centro. Sin verlo, claro. Dicho en plata: Immobile no está por ahora a la altura del grupo, el hincha ya se preocupa por el nivel que muestra el italiano pero a Emery y su equipo, eso les resbala. Son cautos, trabajan y ya evaluarán.

En el caso bético, el propio Mel es el primero que quiere transmitir cautela. Que el Betis sólo le haya ganado al Coria es llamativo, pero el club no debe dejarse llevar por los incendiarios de las redes sociales. Ante el Dortmund, por ejemplo, el equipo mereció al menos empatar. Las presiones públicas suelen desestabilizar y Maciá acaba de llegar. Mejor hablar en el despacho y no dejarse influir por el entorno, que el club debe hilar muy fino en lo deportivo para acometer con garantías el espinoso inicio de Liga y no agitar aún más una junta, la del 23 de septiembre, ya de por sí procelosa.