HACÍA frío en la calle, mucho frío, ese frío seco que se deja caer en las noches más crudas del Aljarafe. Mucho frío en la calle, pero un agradable y confortable calor ambiental en el lugar de autos. Estábamos en la peña que Salteras le dedica a su torero, a ese Manuel Jesús El Cid que propala el nombre de su pueblo por todo el orbe taurino. Era con ocasión de esa mesa anual que se organiza con el toro como elemento conductor. Y allí, junto al torero local tomaban plaza Eduardo Dávila Miura y Joaquín Moeckel, ese abogado que se mueve con vara alta por los procelosos conflictos taurinos. Y en esa reunión se dijeron cosas muy interesantes en torno al presente de la Fiesta, pero me quedo con la sensación reconfortante de cómo quedan reductos donde esa fiesta se hace bastión inexpugnable, algo muy de agradecer en este tiempo en que tan cerca le pasan las balas.
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