RELOJ DE SOL

Joaquín Pérez Azaústre

El candidato

QUE el mejor candidato sea el que no se presente ya da las coordenadas de un estado de cosas. Leo en el titular de un periódico británico que las próximas elecciones generales españolas las ganará el partido que prescinda antes de su líder. Nunca como ahora una retirada a tiempo sería una victoria, lo que viene a indicar este cansancio eterno que provoca nuestro político. Quizá la causa estribe en el bipartidismo, y en la putrefacción de su concepto: porque el bipartidismo, como tal, no tiene que ser malo, ni cansino, ni la reiteración del traído ping-pong que luego es verbalmente agotador. Que la gente esté dispuesta a votar a cualquier candidato al margen de estos dos ya es sintomático: no sólo de un desgaste personal, que hasta cierto punto es comprensible, sino también del hartazgo y la erosión que otros fueron antes imprimiendo en nuestra vida pública. Sí, ahora ganará las elecciones quien sepa prescindir, a tiempo, de su lastre visible, que es también el mismo que digiere los golpes de una gestión global, ya sea en el Gobierno o en la oposición, pero seguramente la totalidad de ese desencanto no es imputable únicamente a los dos líderes, ni tampoco a sus equipos respectivos: sin dejar de contemplar sus responsabilidades aledañas, en todo ese cansancio colectivo también tiene su influencia cómo se ha hecho todo en estos años, esa erosión continua no únicamente política, sino también periodística, sangrante y conspiratoria, visceral y aguerrida, que desde el principio fue más una estampa de españoles tratando de entenderse a garrotazos que la mejor herencia del espíritu de la Constitución de Cádiz.

De la Constitución de Cádiz hemos aprendido poco, y seguramente lo peor: que, por mucho que nos pongamos ilustrados, o que intentemos serlo, llegarán los cien mil hijos de San Luis para poner las cosas en su sitio: ese sitio español, es decir, Goya. Quizá en la Transición, a pesar de sus sombras, pudimos salir algo de esa zanja, pero en los últimos años de retórica patria hemos regresado a una ofuscación muy de recreo, muy del "y tú más", que es el frontón tan duro al que estamos sometidos en los últimos tiempos. No dudo yo que seguramente nunca ha estado el asunto de la elección, en lo que al carisma se refiere, la credibilidad y el magnetismo, más bajo mínimos tan desesperanzados, pero tampoco es justo recargar el peso de la Historia y su trabajo sobre los hombros altos de estos hombres que bastante tienen ya con aguantarse entre sí, y también a sí mismos en la fotografía de mañana. La gente está cansada de tanta crispación, y por eso cualquiera que aterrice, que sea una cara nueva, ilusionante, podrá tocar el voto y su ventaja con una nueva imagen de optimismo. Habría que retirarse de la bronca.

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