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Alejandro V. García

Las cartas en la manga

ES una pena que el esfuerzo que desplegó el PP de Javier Arenas para reunir en Málaga el domingo a no sé cuántas miles de personas -13.000 según la Subdelegación del Gobierno, 50.000 según los organizadores, 40.000 según la Policía Local malagueña, parado arriba o parado abajo- para protestar contra el desempleo y la política económica del PSOE no despejara las dudas sobre cuál es la estrategia que propone la derecha como alternativa para hacer frente a la recesión. El margen es estrecho y, desde un punto de vista ideológico, las tácticas están contadas. ¿Dónde anda Arenas y el PP? ¿Con las recomendaciones del Banco de España de Miguel Ángel Fernández Ordóñez o con la resistencia? ¿Con el abaratamiento del despido y la precariedad del empleo o con la defensa de los derechos, digamos, intrínsecos de esos 850.000 parados que subsisten en Andalucía y los millones que están expuestos?

Las crónicas periodísticas sobre la manifestación contienen numerosas declaraciones tan enfáticas como inconcretas. Veamos. "De la crisis se sale con austeridad, con reformas y bajando los impuestos", dijo Arenas. La austeridad es un lugar común y la bajada de impuestos no deja de ser un reclamo publicitario salvo que se explique con detalle la letra menuda: para quién y a costa de qué. Y sobre las reformas, qué decir, son un peligroso melón cerrado que igual contienen la salvación que el descalabro. ¿A qué reformas se refiere? ¿Qué significa un "cambio rotundo de las políticas de empleo"? ¿Qué hay, en fin, detrás de las reformas y de las políticas de empleo que proclama el PP? Por cierto, y aunque es un tema secundario, no sabemos cuántos parados acudieron espontáneamente a la manifestación del PP de Málaga.

Hasta Rodríguez Zapatero, hombre dubitativo y cauteloso hasta el punto de haber tardado siglo y medio (más o menos) en pronunciar la palabra crisis, ha enunciado ya en un par de ocasiones con claridad (y sin temor a contradecir a la patronal o al mismísimo Banco de España) su posición respecto a las políticas de empleo inmediatas. Vetará, dijo, cualquier intento "para abaratar o facilitar el despido". Unos entenderán que es bueno, otros que malo, pero al menos en esta parcela, salvo que las presiones terminen agrietando su compostura socialdemócrata, el presidente del Gobierno ha aclarado su posición.

El silencio y la inacción de los sindicatos frente al incremento del paro, tan llamativos, tienen mucho que ver con lo que podríamos llamar, como si fuera una novela policial, el enigma de las cartas ocultas. Estamos mal pero todo es susceptible de empeorar.

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