Desde mi córner

Luis Carlos Peris

De la casualidad a la causalidad

El Betis no hace un gol desde que se pronunció la Audiencia; ojalá no sea la causa de tan tremendo batacazo

JORNADA nefasta se mire como se mire, tanto por arriba como por esa Segunda en la que ya no rompe la pana el Real Betis Balompié. El primer domingo de febrero puede pasar a los anales como funesto y ojalá que a la hora de las cuentas, esos puntos que volaron ayer de los dos estadios sevillanos no se echen de menos. Dos partidos en los que los rivales eran unos desheredados se fueron al limbo por una razón sobre todas, porque ni Betis ni Sevilla cuentan hogaño con el fútbol que hace falta atesorar para sacar adelante los compromisos y ni siquiera la pegada ante la puerta contraria, que la tenían y considerable, aparecen en este momento.

No quiero ni pensar que no sea obra de la casualidad y sí de la causalidad y que esa racha bética de tres partidos sin hacer un gol se deba al componente azaroso que tiene el fútbol, pero da la casualidad de que desde que la Audiencia se pronunció para cimentar la posición de los administradores, el equipo no se parece a sí mismo. Quiero pensar que el batacazo se debe a que no siempre se gana, pero es muy raro que el mismo equipo que bailaba al Barça caiga como cayó en Granada o no sea capaz de hacerle un solo gol a un filial y a uno que jamás había ganado de visitante. Otra cosa es el desapego habitual de la clase arbitral con el Betis, pero con eso hay que contar.

Como deberíamos contar con aquella superioridad que el Sevilla exhibía antaño y que desapareció como por ensalmo por mucho que su entrenador idee alineación tras alineación sin éxito alguno. En el partido con el desesperado Málaga del jeque, cualquier neófito hubiese sido incapaz de adivinar quién era el colista y quién el que aún mantiene, según dicen desde dentro, esperanzas de reaparecer en Champions. Esta vez ni siquiera el recurso Kanoute tuvo el efecto de casi siempre y hasta Jesús Navas parece una sombra difuminada del que es. Jornada nefasta la del primer domingo de febrero y ojalá, insisto, todo se deba a la casualidad y no a la causalidad en el Betis.

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