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La cenicienta

El momento electoral sería oportuno para reflexionar sobre el papel que una cultura bien orientada puede desempeñar

Llega un mes cargado de discursos, proclamas y debates entre los partidos que compiten en las elecciones andaluzas. Saldrán a relucir numerosas cuestiones, pero es previsible que, ni unos ni otros, comenten una propuesta relacionada con la cultura. Y, además, será una omisión deliberada, porque para la inmensa mayoría de los políticos es un asunto espinoso que no interesa ni tampoco se sabe la manera de abordarlo. Como justificación, deben pensar que los andaluces tienen ahora otras prioridades. Y para ellos, atender la cultura no suele ir más allá de unos cuantos gestos administrativos, procurando que los museos funcionen, tengan actividad los teatros, estén abiertas las bibliotecas y se preste alguna atención a espectáculos, celebraciones y centenarios.

Sin embargo, el momento electoral sería oportuno para reflexionar algo más sobre el papel que una cultura bien orientada puede desempeñar. Porque en una situación como la presente, con tantos horrores cercando a Europa, al mundo y a la misma España, convendría contar con buenos argumentos defensivos. Atribuir solo a la crisis económica el auge de los movimientos populistas, nacionalistas y neofascistas puede resultar demasiado mecánico, y hay que explicar y comprender mejor los orígenes de esta oleada negra que, con engaños cada vez más agresivos, viene galopando. Y para esa labor, la cultura es indispensable. Pero enfocada como un medio que movilice y sacuda viejas actitudes vegetativas y rutinarias, enseñoreadas desde hace tiempo de la cultura andaluza. Una visión que incite a leer, a criticar, a cuestionar los hechos, a ilusionarse pensando que otro mundo es posible. Una cultura que no solo gestione lo existente, sino que también vuelva a prestigiar el libro, como el mejor instrumento, en las escuelas y en la calle, para que niños y adultos andaluces aprendan a decir no, cuando los encasillan con ofensivos prejuicios. Una forma de utilizar la cultura que tienda puentes entre ciudades, provincias, fundaciones y universidades para que los recelos de los viejos reinos de taifas sean solo cosas del pasado. Y así, una larga lista de cosas aguardan que la cultura, esta Cenicienta siempre postergada, cobre vida y preste su modesta ayuda en la difícil apuesta de sacar adelante Andalucía.

Habrá que estar atentos, pues. ¿Pero cabe esperar que alguno de los partidos en liza proponga una idea, hable un minuto o dedique un párrafo, al papel que debe desempeñar, durante los próximos años, nuestra triste y apagada Cenicienta?

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