LA venturosa apertura del Antiquarium en la Encarnación permite valorar lo que ha ganado Sevilla sustituyendo lo que iba a ser un típico párking subterráneo de un centro comercial, a cambio de hallar y mostrar en su emplazamiento original restos arqueológicos, sobre todo de la época romana. Aunque la inauguración se precipita por interés electoral, y le faltan aún contenidos y explicaciones, el Antiquarium entra en el reducido grupo de los espacios museísticos de Sevilla y acredita que es mucho más lo salvado que lo destruido para construir las setas.

Para hacerlo aún más atractivo, debe ser reforzado con audiovisuales, reconstrucciones tridimensionales, y algunas piezas originales de la cultura romana procedentes del Museo Arqueológico. Pero no con el Tesoro del Carambolo. La Encarnación es Híspalis, no Tartessos. Además de esa coherencia, para los turistas es mayor reclamo remitirles a una ciudad romana.

Lo que aún tiene menos sentido es propagar una y otra vez que la nueva Encarnación desarrolla el sector Norte del casco antiguo. No cuela. En la Encarnación nadie se siente en el norte del casco antiguo, sino en el centro, como en Plaza Nueva, el Duque o el Salvador. Es una plaza desde la que se ve Laraña e Imagen, pero no la calle Feria. A la Encarnación, como a la Plaza Nueva -y aún al Duque- llegaban numerosas líneas de autobuses por ser parte del centro del centro. Lo que no es ni Macarena ni Puerta Osario ni Plaza de Armas. Nadie relaciona a la Encarnación con el Pumarejo, San Marcos o San Julián.

Es la evidente revitalización de la Alameda lo que influye en un mayor dinamismo del norte del casco antiguo, donde se han incumplido casi todas las inversiones municipales. El fin de la Encarnación como un solar ominoso favorece a Puente y Pellón, no a Relator. Por si alguien dudaba de un cambio en el rumbo de las inversiones, Media Markt ocupará todo el edificio Villasís, cerca de la Campana, el Duque y la Encarnación. En el centro, no en el norte.