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NO me cabe ninguna duda de que el domingo 14 de febrero, en la ceremonia de entrega de los Premios Goya, el mundo del cine volverá a estar a la altura de las circunstancias. Comoquiera que las circunstancias por las que atraviesa España son difíciles a más no poder, los artistas darán, una vez más, la talla.

Qué duda cabe de que, sensibles como son a los problemas e inquietudes de los ciudadanos, los guionistas de la gala sacarán a relucir sus mejores armas del sarcasmo y la crítica para solidarizarse con los más de cuatro millones de parados, que los galardonados en cada modalidad pronunciarán sentidos discursos denunciando la inoperancia del Gobierno ante la crisis -¡y delante de la ministra de Cultura, con un par!- y que el auditorio aplaudirá con entusiasmo los gags de unos y los mítines de otros. Por algo son artistas progresistas, solidarios, valientes e inmunes a las lisonjas, embelecos y trampas de los poderosos.

Qué duda cabe de que los artistas, siempre comprometidos, no dejarán pasar la ocasión de prestar, de nuevo, su voz a los que no la tienen, a los desempleados abandonados por los sindicatos, a los comerciantes y autónomos que han tenido que cerrar sus establecimientos, a los inmigrantes expulsados de los tajos por la recesión, a los próximos pensionistas que se jubilarán más tarde y con una paga más escasa, a los jóvenes licenciados con trabajo precario, a todos los que ven el presente con carencias y el futuro con miedo. No puede esperarse otra cosa.

Qué duda cabe de que Zapatero va a ser objeto de los más agudos dardos durante la ceremonia, después de haber estado ausente del funeral por el soldado/hermano colombiano reventado por una mina en Afganistán, en una guerra lejana, porque tenía que preparar su viaje a Washington, a rezar una plegaria laica con citas de la Biblia y el Quijote. El No a la guerra se convertirá en el eslogan de la noche, prendido en el pecho de los presentadores y premiados, glosado con ardor en las salutaciones y los agradecimientos, ante la incomodidad de la ministra. El cine, contra la guerra, titulará al día siguiente la prensa de izquierdas al pie de la foto de los triunfadores de la gala.

Qué duda cabe de que los artistas, que no son nada sectarios, tratarán al máximo responsable de este estado de cosas, Zapatero, con la misma dureza con que trataron en el pasado a Aznar. Serán justos, equitativos y objetivos, porque ellos no se venden ni se alquilan. Son creadores que viven de su arte, sin subvenciones ni dependencias, gracias sólo a que las películas que hacen destilan arte y sensibilidad, el público las sigue con entusiasmo y pasando por taquilla. El doming o 14 se verá que ellos están de guardia permanente contra el poder.

Y colorín colorado...

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