OCURRE de vez en cuando, muy de vez en cuando, pero ocurre. Es lo que se dio en llamar maracanazo y se trata de la sorpresa insospechable, esa liebre que salta cuando nadie la espera. El palabro ya pasó sobradamente el medio siglo de vida, pues nació una tarde de julio del 50 en Río de Janeiro. Creo que no hay por qué meterse en obvias explicaciones, pero sí hacer hincapié a fin de que esta noche no pase algo similar en Vigo.

Ha recordado el danés Krohn Dehli que su ex equipo, el Celta, le endosó un póquer de goles al Barça en la Liga. Nada menos que al omnímodo equipo azulgrana le marcó el equipo céltico dicho número de tantos. Justamente la misma cantidad que el Sevilla atesoró en la ida con la ventaja añadida de que Sergio Rico no tuvo que rescatar ningún balón de su jaula, ergo todo lo que pase por la no clasificación sevillista para la final debería considerarse como un maracanazo total.

Emboca el Sevilla un tiempo de vino y rosas, pues si feliz es el presente, el futuro a corto, medio y largo plazo se presenta la mar de sugestivo. Lo de esta noche tiene una cara de trámite indudable y ahí me imagino a Unai tirando de fondo de armario. Entre resguardar a los que están apercibidos de suspensión y los que andan con los gemelos más cargados, la alineación del Sevilla puede ser muy novedosa, aunque no tan sorprendente como la del domingo en el mismo escenario.

En el turno liguero ha salido ganando el Celta a la postre, pues con su empate casero validó su triunfo como visitante. Ahora, la cosa le pinta horrible tras su suicidio del pasado jueves yendo al abordaje sin guarecer las espaldas y sin pensar que los partidos de Copa duran el doble. Hoy, se ponga como se ponga el aficionado celtiña, la cosa pinta a trámite y el Sevilla no es, precisamente, de los de vocación suicida y con tendencia a caerse en lo más llano. ¿Maracanazo? Vamos, anda.