Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

La ciudad es bella, es preciosa, es ideal, es...

Todos los ciudadanos son amabilísimos y son graciosos, los más graciosos del planeta

Me dijo alguien hace unos días: "A ti no te importa la ciudad". Y fui a responder. Pero el interlocutor siguió hablando. Y cuando acabó ya se me habían pasado las ganas. O puede que se me hubieran esfumado las ideas. Esto es lo más probable. Cuando no se tienen ideas sólidas sobre algo (sobre la ciudad, por ejemplo) pasa eso. Aunque también pasa lo que hacen algunos: las escriben. Y pasa que se publican. Y la cosa sigue: se leen. Y entonces ya el fiesterío: se aplaude. Que hay lectores que se cruzan o se encuentran con el autor (en algún sarao político-cultural-cofradiero-futbolístico… o simplemente en un bar, conveniente y cuadriculadamente empapelado con cristos y vírgenes… o en medio de la calle) y le dicen: "Te leí, te leí, muy bueno". Y es muy bueno porque lo que escribió el autor sobre la ciudad es lo que quieren leer los lectores sobre la ciudad, algunos de los cuales también añaden en el fugaz encuentro al "te leí, te leí, muy bueno" un inquietante "te sigo, te sigo" (lo cual escama, que es para mirar atrás, a ver quién viene). Por eso es bueno. Aunque no valga un duro. Pero el autor ha escrito lo que tenía que escribir sobre la ciudad y tiene la bendición. Si hiciera (hace) lo contrario sería malo (es malo), sería nefasto (es nefasto), sería (es) para que colgaran al autor, pero como eso no puede hacerse sería (es) al menos para que le prohíban terminantemente escribir sobre la ciudad, la ciudad que no le importa, la ciudad que insulta, la ciudad que desprecia, porque la ciudad no merece que haya nadie sacando a relucir su mierda. Porque la ciudad no tiene mierda (y si la tiene reluce: mira qué mierda más linda).

Así que la ciudad es preciosa. La ciudad es bella. La ciudad es magnífica. La ciudad es ideal. En la ciudad se vive del carajo. Todos los ciudadanos de la ciudad son amabilísimos, son afables, son agradables, son limpios, son educados, son cultos, son respetuosos, son corteses, son generosos, son caritativos y dadivosos y son desprendidos y son desinteresados, son honrados y son honestos, son tolerantes, son abiertos, son acogedores, son muy dialogantes y muy comprensivos, son consecuentes y son coherentes, y por supuesto son guapos y apuestos y elegantes y estilosos, y ni que decir tiene que son muy pero que muy graciosos -puede que los más graciosos del planeta-, y campechanos a más no poder, claro, y también son humildes y son muy modestos. En fin, que son fabulosos.

Así que la ciudad no tiene que importarnos. Tranquilos. Va como un cohete.Y refulge con estos maravillosos ciudadanos.

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