Paisaje urbano

Eduardo / osborne

La ciudad sin rumbo

LO peor del nuevo revés a la reforma de las Atarazanas en forma de acuerdo del Pleno contra el gobierno municipal no es el retraso que seguro conllevará en acometer por fin las obras diseñadas por el arquitecto sevillano más internacional, ni la sensación de inseguridad e improvisación que se traslada a la opinión pública, sino la constatación una vez más de que la ciudad no sabe muy bien dirigir su rumbo, perdida en el marasmo de intereses individuales y corporativos de unos y otros, y que en demasiadas ocasiones no tiene claro lo que quiere.

El edificio de las Atarazanas Reales, situado junto al Hospital de la Caridad, es posiblemente el de mayor potencial en cuanto a la repercusión monumental, artística e historiográfica de la ciudad. Su reforma integral ofrecería al ciudadano el descubrimiento de un espacio imponente, una nueva catedral laica construida en tiempos de Alfonso X el Sabio que fue en su día astilleros donde se fabricaban los barcos que partían para el nuevo mundo en tiempos de la Nueva York de Europa, y que sin embargo los sevillanos apenas hemos conocido como caja de reclutas. Por decirlo en palabras del profesor Domínguez Ortiz, un orto y un ocaso en toda regla.

Hace poco nos enteramos de que su titular, la Junta de Andalucía, llegó a un acuerdo con La Caixa para la reforma del edificio mediante la inversión de veinticinco millones de euros y la instalación en el mismo del Caixafórum que tanto aporta en otras ciudades importantes. Una operación audaz que solucionaba varios problemas a la vez y, de paso, dotaba a la ciudad de una dosis de modernidad en oportuno contrapunto a nuestro acendrado costumbrismo. Pero no contábamos, ay, que durante este tiempo el inversor tuviese que hacerse cargo de la malhadada Torre Pelli, desplazando el complejo cultural y rebajando notablemente los fondos destinados a las Atarazanas, dejándolo de repente en un proyecto totalmente descafeinado.

Aquí le tocamos las palmas a cualquier gurú de por ahí que nos planta en pleno centro cinco setas gigantes a razón de veinte millones la pieza, miramos para otro lado cuando sin saber muy bien quién y por qué se construye junto al puente de Triana un rascacielos de cuarenta plantas destrozando sin piedad los cielos azules del poeta, y mientras, proyectos tan beneficiosos para la ciudad como éste o la culminación de la red del Metro duermen el sueño de los justos.

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