INDUDABLEMENTE, el papel de la ciudadanía en esta película surrealista que vive Sevilla es el de víctima. Cuando en un tiempo democrático como el que vivimos el papel de dicha ciudadanía debería ser el de galán que se lleva al huerto a la muchacha o al revés, el de muchacha que conquista al galán del filme, nada de eso. Papelón de víctima en un día a día cada vez más insoportable, pues a las molestias que conlleva el descabellado trazado urbano que estamos tragándonos hay que añadir el comportamiento de algunos colectivos a la hora de sus batallitas particulares, léase reivindicaciones laborales. Lo último es la postura del honrado gremio del taxi, que no se para en barras a la hora de darle al Ayuntamiento la patada en el mismísimo culo del ciudadano. Si lo del viernes fue un bochorno que atentó contra los más elementales derechos cívicos, ahora se amenaza con otra marcha de taxímetros caídos y que se joda el contribuyente.
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