Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Y las ciudades

Los retos que afrontan las ciudades son demasiado graves como para insistir en la triste 'peleíta' electoralista

Terminadas al fin las elecciones municipales y los pactos que han conformado los distintos ayuntamientos, igual va siendo hora de hablar de las ciudades. Entre otros motivos, porque en todo este proceso apenas se ha hablado de ellas: los comicios han servido, principalmente, al menos en la arena pública, para que las distintas fuerzas políticas calibren a sus posibles aliados, compongan sus estructuras ideológicas para fervor o decepción de sus votantes y pongan a punto, al fin, sus estrategias para amasar mayores cotas de poder. A modo de resumen de noticias, podemos dar cuenta de un balance nefasto por el que el electoralismo se convierte en quid esencial mientras la materia para la que se establecen los gobiernos municipales, la vida en los pueblos y ciudades con sus problemas eternamente pendientes de resolución, pasa inadvertida en tertulias y debates, seguramente porque la materia en cuestión no genera en las redes la polémica fácil e incendiaria de los asuntos nacionales. Por más que desde el mismo origen de la democracia sea el entorno local el que confiere un mayor sentido a la praxis política, la lógica recurrente de la confrontación reduce el nombramiento de los alcaldes en otra excusa para el zasca en las tripas. Y los ciudadanos son los primeros que pierden. Su calidad como tales es ya invisible.

Sin embargo, los retos que afrontan hoy las ciudades son demasiado graves y urgentes como para desentenderse de ellos a mayor gloria de la triste peleíta electoralista. Los municipios han quedado reducidos a marcas, meros productos obligados a competir entre ellos en un sistema voraz que no entiende ni de vecinos ni de derechos y que únicamente atiende a las prioridades de los inversores de turno. Las consecuencias de todo esto son bien conocidas en buena parte de las ciudades andaluzas: una excesiva dependencia del turismo, el desplazamiento de la población del centro, la desasistencia de los barrios, el encarecimiento inasumible de la vivienda y la transformación de las calles y plazas más señeras y llenas de historia en fiestas prolongadas día y noche con tal de que los visitantes no se aburran; al mismo tiempo, éste es el único modelo que se brinda a los municipios que aspiran a un mayor crecimiento productivo y poblacional: o te vistes de lucecitas y multiplicas los precios de todo por diez, o te mueres.

Los pueblos y ciudades necesitan espacios de convivencia, orden, limpieza, sostenibilidad ambiental, modernización, la gestión eficaz y saludable del turismo y la preservación de los derechos de sus vecinos. Hagan política, señorías, que para eso les pagan.

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